De la libertad de expresión y la censura:
Después de una breve reflexión y culpando a la red por la dificultad imaginaria que produjo que mi último escrito ni siquiera tuviera respuesta de quienes se encargan de vaciar letras en mi espacio, ergo, no se publicó, quizás deba analizar sin profundidad lo que por estos bares llamamos libertad de expresión. Quiero alejarme de la complejidad que la ubica como un derecho humano y centrarme en el detalle que indica (es común escuchar lo siguiente) que aquí en Venezuela definitivamente no existe ese derecho. La vaciedad del mensaje de los bandos en conflicto, transmitido en directo y sin pudor, quienes por minoría no se deberían abrogar la representación popular, ha hecho que la palabra se use hasta la saciedad uniéndose en clave de infinito para reivindicar por un lado la pobreza y la gesta libertadora de Don Simón y por el otro ese apego a lo material por parte de sujetos pobres en materia pero algo mas ilustrados. Hasta aquí esta suerte de atajo que nada dice me pondría en cómoda posición para continuar divagando, es decir, nos están forzando a aceptar que los dueños de la palabra (y de los medios) son quienes nos agobian escupiendo que todo en la vida es política y lo demás es derivación. Pero ¿Ciertamente aquí no hay libertad de expresión? Lamento torcer un poco el problema, aquí lo que hay son censores que acomodando la palabra a su conveniencia (como supuestos defensores de una tendencia política poco construida) pretenden sobrestimar una mala gestión de gobierno llamándola revolucionaria, donde se habla bien del Comandante-Presidente exagerando la adulación hasta llevarla a limites denigrantes. Del otro lado de la barrera contamos con plañidera(o)s trabajando gratuitamente (¿o no?), empeñada(o)s en hacernos ver que los logros que deben reconocerse a este mal gobierno no son tales porque lo único que quiere el Jefe del Gobierno es acabar con las clases volviéndonos a todos pobres sin solemnidad. A estos censores debo darles un reconocimiento. La avalancha de basura que se escribe para defender tesis sin hipótesis es de órdago y quizás su labor más bien se centre en un manual de estilo que entre otras barbaridades proclamaría (inferencias de por medio) que a la literatura deben procesarla como si fuese fruta con concha. Entiendo que hay malos escritores (categoría que me tiene asignada un puesto en primera fila) y analistas políticos, pero por razones de libertad y por defender al gremio, prefiero que se publique a los primeros. Ahora, cuando el censor está dentro de quienes promueven la libertad y cuentan con los medios para difundirla, allí si debemos ser contundentes. Dejarnos manipular por razones mercantiles, ceder a la presión de una línea editorial o al cambio caprichoso de ella debe ser rechazado si queremos salvar a una patria que no termina de construirse.
Después de una breve reflexión y culpando a la red por la dificultad imaginaria que produjo que mi último escrito ni siquiera tuviera respuesta de quienes se encargan de vaciar letras en mi espacio, ergo, no se publicó, quizás deba analizar sin profundidad lo que por estos bares llamamos libertad de expresión. Quiero alejarme de la complejidad que la ubica como un derecho humano y centrarme en el detalle que indica (es común escuchar lo siguiente) que aquí en Venezuela definitivamente no existe ese derecho. La vaciedad del mensaje de los bandos en conflicto, transmitido en directo y sin pudor, quienes por minoría no se deberían abrogar la representación popular, ha hecho que la palabra se use hasta la saciedad uniéndose en clave de infinito para reivindicar por un lado la pobreza y la gesta libertadora de Don Simón y por el otro ese apego a lo material por parte de sujetos pobres en materia pero algo mas ilustrados. Hasta aquí esta suerte de atajo que nada dice me pondría en cómoda posición para continuar divagando, es decir, nos están forzando a aceptar que los dueños de la palabra (y de los medios) son quienes nos agobian escupiendo que todo en la vida es política y lo demás es derivación. Pero ¿Ciertamente aquí no hay libertad de expresión? Lamento torcer un poco el problema, aquí lo que hay son censores que acomodando la palabra a su conveniencia (como supuestos defensores de una tendencia política poco construida) pretenden sobrestimar una mala gestión de gobierno llamándola revolucionaria, donde se habla bien del Comandante-Presidente exagerando la adulación hasta llevarla a limites denigrantes. Del otro lado de la barrera contamos con plañidera(o)s trabajando gratuitamente (¿o no?), empeñada(o)s en hacernos ver que los logros que deben reconocerse a este mal gobierno no son tales porque lo único que quiere el Jefe del Gobierno es acabar con las clases volviéndonos a todos pobres sin solemnidad. A estos censores debo darles un reconocimiento. La avalancha de basura que se escribe para defender tesis sin hipótesis es de órdago y quizás su labor más bien se centre en un manual de estilo que entre otras barbaridades proclamaría (inferencias de por medio) que a la literatura deben procesarla como si fuese fruta con concha. Entiendo que hay malos escritores (categoría que me tiene asignada un puesto en primera fila) y analistas políticos, pero por razones de libertad y por defender al gremio, prefiero que se publique a los primeros. Ahora, cuando el censor está dentro de quienes promueven la libertad y cuentan con los medios para difundirla, allí si debemos ser contundentes. Dejarnos manipular por razones mercantiles, ceder a la presión de una línea editorial o al cambio caprichoso de ella debe ser rechazado si queremos salvar a una patria que no termina de construirse.