El domingo el bien y el mal descansan:
Existen sujetos que consideran que lo que está en juego el próximo domingo es el futuro, como si nosotros los venezolanos fuésemos capaces de cambiar las reglas del tiempo y hacer que el mismo se detenga o continué a nuestra real gana. Para quienes tienen la mente embotada de temor ante el posible cambio radical de las formas como el estado ve al mercado, les comento que voten para evitar que la revolución, con su particular sentido práctico, interrumpa la malcriadez de importar todo lo que consumimos, a precios que hacen sospechar jugosas comisiones, porque la cruel realidad nos indica que los rojos están desarrollando el socialismo en Brasil, Uruguay y Argentina, mas por darle una lección a Fedecamaras (por el paro absurdo) que por solidaridad con los desposeídos. Para quienes ven en Manuelito la figura visible de un plan fraguado en el anillo E del Pentágono, para permitir que el gocho nos dirija nuevamente (esta vez a distancia) siguiendo las pautas erráticas de los Halcones artífices de la guerra de Irak, pues salgan a votar por el amor en tiempos de cólera. La oferta electoral no da para mucho, salvo polarizar extremos que se repelen mas por tener la misma carga magnética que por ofrecer salidas viables a una crisis de la cual todos tenemos nuestro grano depositado en una montaña de basura que nos bloquea los sentidos. Si observamos con detalle y sin volumen la actuación de ambos candidatos, vemos la mano blanca del pasado haciendo de las suyas para engrasar una maquinaria cuyo fin único es movilizar votantes a las urnas o al matadero (que suena mejor). Ahora bien, ¿por que con todos los supuestos recursos que tenemos somos incapaces de vivir en armonía en esta tierra de gracia? La respuesta por simple hace inútil cualquier reflexión con ánimos de profundidad, porque en este país estamos nosotros los venezolanos, seres extraños de un planeta que se extingue, incapaces de resistir la tentación de atajos imaginarios que siempre alargan el camino, pero que gracias a la cerveza y a la gasolina barata se hace manejable. Y por extraños tenemos una capacidad para soñar de una manera cuya infinitud en otras sociedades se considera pecado. Por eso me sorprendo cuando se nos quiere atar de manos para encajonarnos en doctrinas ajenas que buscan imponer un criterio de solidaridad que tenemos desde siempre, por eso las batallas políticas solo existen en la mente afiebrada de pensadores con problemas de gramática, porque los políticos de oficio lo que quieren es parte de la torta que se reparte a espaldas de la mayoría, distraída como está en recoger juguetes baratos que brotan de la piñata petrolera. El 3 de diciembre es una fecha para la paz, para hacer hallacas antes durante o después de votar, para aquellos que quieran hacerlo de manera voluntaria y para quienes ven en el acto la continuación de la nada, pues, que limpien las hojas, que en mi caso es un castigo benévolo para seres como yo, que esperan las doce para ingerir la primera de las frías. Salud señores y disfruten del acto que hace democracia sin mirar para los lados, porque el domingo nuestro señor y su archienemigo descansan. Gloria a Dios.
Existen sujetos que consideran que lo que está en juego el próximo domingo es el futuro, como si nosotros los venezolanos fuésemos capaces de cambiar las reglas del tiempo y hacer que el mismo se detenga o continué a nuestra real gana. Para quienes tienen la mente embotada de temor ante el posible cambio radical de las formas como el estado ve al mercado, les comento que voten para evitar que la revolución, con su particular sentido práctico, interrumpa la malcriadez de importar todo lo que consumimos, a precios que hacen sospechar jugosas comisiones, porque la cruel realidad nos indica que los rojos están desarrollando el socialismo en Brasil, Uruguay y Argentina, mas por darle una lección a Fedecamaras (por el paro absurdo) que por solidaridad con los desposeídos. Para quienes ven en Manuelito la figura visible de un plan fraguado en el anillo E del Pentágono, para permitir que el gocho nos dirija nuevamente (esta vez a distancia) siguiendo las pautas erráticas de los Halcones artífices de la guerra de Irak, pues salgan a votar por el amor en tiempos de cólera. La oferta electoral no da para mucho, salvo polarizar extremos que se repelen mas por tener la misma carga magnética que por ofrecer salidas viables a una crisis de la cual todos tenemos nuestro grano depositado en una montaña de basura que nos bloquea los sentidos. Si observamos con detalle y sin volumen la actuación de ambos candidatos, vemos la mano blanca del pasado haciendo de las suyas para engrasar una maquinaria cuyo fin único es movilizar votantes a las urnas o al matadero (que suena mejor). Ahora bien, ¿por que con todos los supuestos recursos que tenemos somos incapaces de vivir en armonía en esta tierra de gracia? La respuesta por simple hace inútil cualquier reflexión con ánimos de profundidad, porque en este país estamos nosotros los venezolanos, seres extraños de un planeta que se extingue, incapaces de resistir la tentación de atajos imaginarios que siempre alargan el camino, pero que gracias a la cerveza y a la gasolina barata se hace manejable. Y por extraños tenemos una capacidad para soñar de una manera cuya infinitud en otras sociedades se considera pecado. Por eso me sorprendo cuando se nos quiere atar de manos para encajonarnos en doctrinas ajenas que buscan imponer un criterio de solidaridad que tenemos desde siempre, por eso las batallas políticas solo existen en la mente afiebrada de pensadores con problemas de gramática, porque los políticos de oficio lo que quieren es parte de la torta que se reparte a espaldas de la mayoría, distraída como está en recoger juguetes baratos que brotan de la piñata petrolera. El 3 de diciembre es una fecha para la paz, para hacer hallacas antes durante o después de votar, para aquellos que quieran hacerlo de manera voluntaria y para quienes ven en el acto la continuación de la nada, pues, que limpien las hojas, que en mi caso es un castigo benévolo para seres como yo, que esperan las doce para ingerir la primera de las frías. Salud señores y disfruten del acto que hace democracia sin mirar para los lados, porque el domingo nuestro señor y su archienemigo descansan. Gloria a Dios.