La encuesta:
Debo hacer justicia y explicar de donde vienen mis escritos.
De ninguna parte.
Hace unas semanas comencé a enviar ciento diez palabras sin concurso entre ellas, sin signos de puntuación que las hermanaran y por supuesto sin ideas que las vincularan para convertirlas en reflexión. La gente del noticiero digital tienen como herramienta un programa avanzadísimo que permite ordenar las antedichas palabras hasta formar algo que a mi me ha dado por llamar ¨articulo semanal¨.
Hasta allí todo aparentaba calma en la orilla. El problema se presentó al establecer que el envío de las ciento diez palabras semanales comenzaron a parecer un trabajo, que por virtud de mi incapacidad y aprovechándolas como excusa, se convirtieron en lo único que hacía en el período, para tranquilidad de los míos y en beneficio de mi salud, ya que me alejaba por unas horas de mi ingreso al bar.
El detalle se presentó cuando en una clásica salida dominaba por el ego, se me ocurrió decir que los coordinadores de Noticiero Digital (en lo adelante ND) me pagarían por vaciar mis inquietudes ¿literarias? en razón que mis escritos eran visitados por un número importante de lectores, que por efectos del cariño empecé a llamarlos ¨mi público¨.
Y ¿a donde quiero llegar?, a ninguna parte otra vez, solo que ayer a mi mujer se le ocurrió la genialidad que con el supuesto dinero que me pagaría un tal ¨señor Roger¨ debía comprar una serie de objetos contenidos en una lista y que atenderían a cada una de las personas que padecen mi falta de interés por trabajar.
Para mi mujer una bolsa de pan, para mi hija una loción que la resguardara del sol y para mi, que bien merecido lo tenía, un par de cervecitas en el bar contiguo a la sede de ND, que por comodidad la ubiqué de manera imaginaria en la Avenida Francisco Solano de Sabana Grande, a dos cuadras de la salida del metro del mismo nombre.
Para salir del compromiso y perpetuar mi hombría laboral, llamé a mi amigo de siempre para que me prestara once mil Bolívares, que era la cantidad que había establecido en mi casa como pago por once artículos en ND.
Por supuesto mi amigo entendió el problema y como estaba buscando una excusa para beber un día de semana prohibido por su fe, llamó a su esposa y le comentó que no lo esperara despierta porque un amigo (que era yo) lo necesitaba para superar un trance de vida. Yo simplemente le dije a mi mujer que invitaría al flaco por vez primera, porque ¨cuando el dinero llega debe fluir¨.
Pactamos la cita para las 2 de la tarde.
Una hora antes, exactamente a la una y diez, me encontraba dispuesto a subir unas escaleras mecánicas que me llevarían sin esfuerzo del bulevar de Sabana Grande hasta la Solano, cuando sucedió algo inesperado.
Un sujeto con problemas motrices llamó mi atención y me pidió participar en una encuesta. Para evitar el trámite, fingí que tomaría otro camino y en un descuido del individuo retomé las escaleras corriendo como si de ello dependiera mi vida.
Al llegar a su final, una hembra de belleza salvaje y escote pronunciado me esperaba, y con voz achocolatada me llamó señor y me pidió que participara en la misma encuesta.
Al voltear la vista pude observar que el sujeto de abajo se sonreía, demostrando que sus problemas motrices eran fingidos y que su actuación era ubicar a incautos que irremediablemente accedieran a participar en el sondeo interminable, llevado a cabo por una señorita a quien era imposible decir no.
Para resumir un poco y guardar el disfrute visual para mi solito, el trámite debía cubrirse con respuestas que no permitían más salidas que ¨si, no, no sabe, no constesta¨
Utilizando la técnica de ND, de ordenar utilizando la frecuencia de los múltiplos del once, respondí una encuesta interminable y sin aparente sentido, que al concluirse debelaría a que candidato debía favorecer con mi voto, en unas elecciones en donde no pensaba participar.
Las preguntas eran tan alocadas que todo el tiempo planteaban una realidad de imposible percepción, porque los hechos siempre se presentaban como parte de en un futuro incierto. A manera de ejemplo, una de ellas bramaba algo así: ¿Si usted fuese buen mozo y tuviese pelo en la cabeza, favorecería que el comandante amor eliminara, por vía de decreto, a todas las palabras que terminan con S?
No sabe, no contesta- respondí.
Aparte de sembrar en mi mente la realidad de una estupidez galopante que me arropó por minutos, antes de terminar y ante el requisito que debía suscribir el resultado con mi huella dactilar, les solicité dinero para hacerlo.
A la dama no le quedó otro remedio que acceder a mi petición.
La venganza se consumó cuando el sujeto que comenzó la historia, con su discapacidad aparente, me entregó once mil Bolívares.
La dama me regaló un beso en el cachete -que en el recuento de los hechos en el bar del frente ubicaré en la boca- y me dio una gorra roja con un caballito blanco, que pinté de amarillo con un resaltador que llevaba la mujer como herramienta de trabajo.
Al preguntar sobre el resultado de la encuesta, la señorita me dijo que la misma favorecía al gobierno, sobre todo por las últimas once respuestas, que por ser su turno, fueron contestadas de forma irremediable con ¨No se, no contesta¨
Para concluir, la experiencia me permitió atestiguar que las encuestas existen, que las mismas vacían con certeza las preferencias de los encuestados, que resuelven problemas económicos, si se insiste en pedir contraprestación por las respuestas y sobre todo, que el dinero que obtuve por participar me permite soñar que tengo trabajo, ya que de ahora en adelante podré decir que ND me paga por participar en el foro como colaborador.
A mi hija no le llevé el protector solar, pero si le traje una gorra de Ferrari.
Debo hacer justicia y explicar de donde vienen mis escritos.
De ninguna parte.
Hace unas semanas comencé a enviar ciento diez palabras sin concurso entre ellas, sin signos de puntuación que las hermanaran y por supuesto sin ideas que las vincularan para convertirlas en reflexión. La gente del noticiero digital tienen como herramienta un programa avanzadísimo que permite ordenar las antedichas palabras hasta formar algo que a mi me ha dado por llamar ¨articulo semanal¨.
Hasta allí todo aparentaba calma en la orilla. El problema se presentó al establecer que el envío de las ciento diez palabras semanales comenzaron a parecer un trabajo, que por virtud de mi incapacidad y aprovechándolas como excusa, se convirtieron en lo único que hacía en el período, para tranquilidad de los míos y en beneficio de mi salud, ya que me alejaba por unas horas de mi ingreso al bar.
El detalle se presentó cuando en una clásica salida dominaba por el ego, se me ocurrió decir que los coordinadores de Noticiero Digital (en lo adelante ND) me pagarían por vaciar mis inquietudes ¿literarias? en razón que mis escritos eran visitados por un número importante de lectores, que por efectos del cariño empecé a llamarlos ¨mi público¨.
Y ¿a donde quiero llegar?, a ninguna parte otra vez, solo que ayer a mi mujer se le ocurrió la genialidad que con el supuesto dinero que me pagaría un tal ¨señor Roger¨ debía comprar una serie de objetos contenidos en una lista y que atenderían a cada una de las personas que padecen mi falta de interés por trabajar.
Para mi mujer una bolsa de pan, para mi hija una loción que la resguardara del sol y para mi, que bien merecido lo tenía, un par de cervecitas en el bar contiguo a la sede de ND, que por comodidad la ubiqué de manera imaginaria en la Avenida Francisco Solano de Sabana Grande, a dos cuadras de la salida del metro del mismo nombre.
Para salir del compromiso y perpetuar mi hombría laboral, llamé a mi amigo de siempre para que me prestara once mil Bolívares, que era la cantidad que había establecido en mi casa como pago por once artículos en ND.
Por supuesto mi amigo entendió el problema y como estaba buscando una excusa para beber un día de semana prohibido por su fe, llamó a su esposa y le comentó que no lo esperara despierta porque un amigo (que era yo) lo necesitaba para superar un trance de vida. Yo simplemente le dije a mi mujer que invitaría al flaco por vez primera, porque ¨cuando el dinero llega debe fluir¨.
Pactamos la cita para las 2 de la tarde.
Una hora antes, exactamente a la una y diez, me encontraba dispuesto a subir unas escaleras mecánicas que me llevarían sin esfuerzo del bulevar de Sabana Grande hasta la Solano, cuando sucedió algo inesperado.
Un sujeto con problemas motrices llamó mi atención y me pidió participar en una encuesta. Para evitar el trámite, fingí que tomaría otro camino y en un descuido del individuo retomé las escaleras corriendo como si de ello dependiera mi vida.
Al llegar a su final, una hembra de belleza salvaje y escote pronunciado me esperaba, y con voz achocolatada me llamó señor y me pidió que participara en la misma encuesta.
Al voltear la vista pude observar que el sujeto de abajo se sonreía, demostrando que sus problemas motrices eran fingidos y que su actuación era ubicar a incautos que irremediablemente accedieran a participar en el sondeo interminable, llevado a cabo por una señorita a quien era imposible decir no.
Para resumir un poco y guardar el disfrute visual para mi solito, el trámite debía cubrirse con respuestas que no permitían más salidas que ¨si, no, no sabe, no constesta¨
Utilizando la técnica de ND, de ordenar utilizando la frecuencia de los múltiplos del once, respondí una encuesta interminable y sin aparente sentido, que al concluirse debelaría a que candidato debía favorecer con mi voto, en unas elecciones en donde no pensaba participar.
Las preguntas eran tan alocadas que todo el tiempo planteaban una realidad de imposible percepción, porque los hechos siempre se presentaban como parte de en un futuro incierto. A manera de ejemplo, una de ellas bramaba algo así: ¿Si usted fuese buen mozo y tuviese pelo en la cabeza, favorecería que el comandante amor eliminara, por vía de decreto, a todas las palabras que terminan con S?
No sabe, no contesta- respondí.
Aparte de sembrar en mi mente la realidad de una estupidez galopante que me arropó por minutos, antes de terminar y ante el requisito que debía suscribir el resultado con mi huella dactilar, les solicité dinero para hacerlo.
A la dama no le quedó otro remedio que acceder a mi petición.
La venganza se consumó cuando el sujeto que comenzó la historia, con su discapacidad aparente, me entregó once mil Bolívares.
La dama me regaló un beso en el cachete -que en el recuento de los hechos en el bar del frente ubicaré en la boca- y me dio una gorra roja con un caballito blanco, que pinté de amarillo con un resaltador que llevaba la mujer como herramienta de trabajo.
Al preguntar sobre el resultado de la encuesta, la señorita me dijo que la misma favorecía al gobierno, sobre todo por las últimas once respuestas, que por ser su turno, fueron contestadas de forma irremediable con ¨No se, no contesta¨
Para concluir, la experiencia me permitió atestiguar que las encuestas existen, que las mismas vacían con certeza las preferencias de los encuestados, que resuelven problemas económicos, si se insiste en pedir contraprestación por las respuestas y sobre todo, que el dinero que obtuve por participar me permite soñar que tengo trabajo, ya que de ahora en adelante podré decir que ND me paga por participar en el foro como colaborador.
A mi hija no le llevé el protector solar, pero si le traje una gorra de Ferrari.
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