Extraído de Singular suplemento 54 ¨Bieliukas¨, el nonsense (el sinsentido) y algunas conclusiones sobre la lectura de poesía. Revista mensual Polar, julio de 1976, patrocinada por la Hostería el Rey, Mesón de Tapas, Zona Rosa número 2, Bogota, Colombia.
Reservados todos los derechos.
Reservados todos los derechos.
La venta:
Nunca pensé que era posible traicionar a miembros de una asociación irracional y familiar para favorecer intereses materialistas, pero de todo se encuentra en el valle de la miseria.
Estando retozando bajo el agua, recibí un llamado de un hermano por parte de dios (y de padre y madre) para notificarme que por ausencia había delegado en otro la representación para vender la porción que me corresponde del aire. Mi cuota parte de la oferta que se pondría sobre la mesa cubría con suficiencia mis deudas e incluso me permitiría asumir la edición de un libro de mi cosecha, tan malo que probablemente debía incluir en el pago una bonificación para burlar al cerebro digital de la imprenta, quien con justicia electrónica debía oponerse a su reproducción. Pues bien, recordando tiempos mejores, en donde los oferentes conservábamos restos de humanidad, decidí otorgar el mandato con el clásico ¨quien calla otorga¨. La reunión de negocios estaba pautada para el lunes a las diez y un poco después de las doce comenzó, con una sensación de idiotez en el ambiente que recordaba el 26 de marzo. Luego de exponer las resultas de un viaje imaginario, tomó la palabra nuestro representante para indicar que habíamos conseguido un registro que nos habilitaba, como asociación civil, para vender el aire al gobierno, si este en sus desvaríos revolucionarios deseara hacerlo socialista para el disfrute de todos. Y fue cuando se hizo presente la traición, otra vez, como parte de una seguidilla inagotable, pero eso si bien hilvanada y bien justificada para la gloria de dios hecho papá de Gustavo.
- Quiero vender mi parte del aire, la mía y la de ella, que somos uno.
El golpe lo asimilé con gallardía, aunque sin entender el proceder ya que la idea era venderlo todo, por parte de nosotros, sus legítimos propietarios, a otros, quienes sin duda lo necesitaban más.
Fue cuando recordé eventos no lejanos en donde había sido burlado por el sujeto que me representaba (a quien quiero mucho) y cuando estaba a punto de reaccionar para incluirme en la oferta, los oferidos aceptaron las condiciones, pagaron el precio y los vendedores se quedaron sin aire, muriendo sin remedio, pero eso si, con los bolsillos llenos.
Sin quererlo y con profunda tristeza por la perdida, conseguí la plata de solo asaltar la cartera de quien traicionó la representación, como según las lenguas que envidian mi felicidad he hecho desde siempre.
Antonio Bieliukas Diaz.
Escritor. Caracas, julio de 1.976.
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