De este lado de la línea ¿editorial?:
Supongo que la delicadeza debía ser parte de una política que estaba incluida, en mayúsculas y negrillas, dentro de un librito restrictivo que en algunos consejos editoriales llamaban ¨manual de estilo¨. Se, por referencias distantes, que a los jueces de antiguas repúblicas se les obligaba a definir ¨su estilo¨ para evitar que se publicasen sentencias forjadas. Lo extraño era que alguien, en medio de su chifladura, pudiese ubicar ¨el estilo¨ como método para prevenir actos ilícitos. Pero lo que se conservaba, en medio de un silencio inquietante pero tranquilizador, era la protección a la dignidad humana cuando, por razones vinculadas a la crónica, se debían hacer referencias a actos privados. Es decir, los narradores de antaño evitaban ubicar el desenlace penoso cuando el mismo se producía en medio de una diligencia intestinal o amorosa, que si bien es cierto son muy diferentes, en ambos casos se alivia al cuerpo. Pero ahora no, parece que la esencia del comentario estuviese vinculada a una valoración de mercado, que se hace más jugosa cuando se cruza el límite del decoro. Es por esa razón que no voy a mencionar al personaje que pasó a mejor vida y que merece paginas y paginas de dolor ante su perdida y solo voy a hacer referencia a la manera como se construyó la noticia, para hacerla ¨efectiva¨, con la falta de tacto de la persona que envió el recado, regado de elementos descriptivos que nada tienen que ver con una pacatería que dista mucho de estar a mi alrededor. El reportero (a), luego de conocer la fatalidad, se apresuró a exponer detalles que a nadie importan y que hablan de un transito difícil hacía el final de los días de alguien. Y cito: ¨Fulano de tal, murió hoy en Caracas, victima de una oclusión intestinal que lo mantuvo internado en una clínica varias semanas¨. Gracias a esa extraña manera de narrar acontecimientos, nos enteremos hace poco que nuestro rey está atrapado en un closet (el desmentido no ayuda), de la accidentada vida de una niña muy tonta que fue a la cárcel por ser lo que es y también oímos en la radio, de la mano de periodistas curtidos, acerca de las atrocidades padecidas en la etapa escolar de una muchacha revolucionaria que estuvo enamorada de un cantante muy malo y en fin, de una serie de hechos que no son tales y que se convierten en tales por la voluntad de alquimistas que publican sandeces, creyendo que de esa forma transmutan a las heces en oro. Para tranquilidad de los presentes puedo comentar, que luego que los nigromantes producen el milagro, se comen los resultados obviando que en el aire permanece el olor del elemento original. Claro que hay tentación permanente, cada vez que escribo estas líneas siento el impulso de embasurar a alguien que estorba mi camino, incluso hablar mal, en medio de anagramas, de las personas que me publican y no responden a peticiones sensatas, pero al final no lo hago porque seria claudicar ante el facilismo de hablar mal cada semana, aunque me reservo el derecho de hacerlo a futuro, de la manera antes indicada, o de otra quizás. Sin duda que el manual antes mencionado tenía entre sus líneas el método para limitar, excusándose en fallas semánticas, el ejercicio de la libertad de expresión cuando los hechos narrados afectaban intereses particulares de los dueños de medios, de afines y demás deudos, pero, la licencia que se brinda en estos días (como patente de corso) afecta la dignidad de las personas, al ejercer el referido derecho sin mística. Para terminar y cumplir con algo que lamento, paz a los restos de un ciudadano genial, que todos sabemos quien fue.
Supongo que la delicadeza debía ser parte de una política que estaba incluida, en mayúsculas y negrillas, dentro de un librito restrictivo que en algunos consejos editoriales llamaban ¨manual de estilo¨. Se, por referencias distantes, que a los jueces de antiguas repúblicas se les obligaba a definir ¨su estilo¨ para evitar que se publicasen sentencias forjadas. Lo extraño era que alguien, en medio de su chifladura, pudiese ubicar ¨el estilo¨ como método para prevenir actos ilícitos. Pero lo que se conservaba, en medio de un silencio inquietante pero tranquilizador, era la protección a la dignidad humana cuando, por razones vinculadas a la crónica, se debían hacer referencias a actos privados. Es decir, los narradores de antaño evitaban ubicar el desenlace penoso cuando el mismo se producía en medio de una diligencia intestinal o amorosa, que si bien es cierto son muy diferentes, en ambos casos se alivia al cuerpo. Pero ahora no, parece que la esencia del comentario estuviese vinculada a una valoración de mercado, que se hace más jugosa cuando se cruza el límite del decoro. Es por esa razón que no voy a mencionar al personaje que pasó a mejor vida y que merece paginas y paginas de dolor ante su perdida y solo voy a hacer referencia a la manera como se construyó la noticia, para hacerla ¨efectiva¨, con la falta de tacto de la persona que envió el recado, regado de elementos descriptivos que nada tienen que ver con una pacatería que dista mucho de estar a mi alrededor. El reportero (a), luego de conocer la fatalidad, se apresuró a exponer detalles que a nadie importan y que hablan de un transito difícil hacía el final de los días de alguien. Y cito: ¨Fulano de tal, murió hoy en Caracas, victima de una oclusión intestinal que lo mantuvo internado en una clínica varias semanas¨. Gracias a esa extraña manera de narrar acontecimientos, nos enteremos hace poco que nuestro rey está atrapado en un closet (el desmentido no ayuda), de la accidentada vida de una niña muy tonta que fue a la cárcel por ser lo que es y también oímos en la radio, de la mano de periodistas curtidos, acerca de las atrocidades padecidas en la etapa escolar de una muchacha revolucionaria que estuvo enamorada de un cantante muy malo y en fin, de una serie de hechos que no son tales y que se convierten en tales por la voluntad de alquimistas que publican sandeces, creyendo que de esa forma transmutan a las heces en oro. Para tranquilidad de los presentes puedo comentar, que luego que los nigromantes producen el milagro, se comen los resultados obviando que en el aire permanece el olor del elemento original. Claro que hay tentación permanente, cada vez que escribo estas líneas siento el impulso de embasurar a alguien que estorba mi camino, incluso hablar mal, en medio de anagramas, de las personas que me publican y no responden a peticiones sensatas, pero al final no lo hago porque seria claudicar ante el facilismo de hablar mal cada semana, aunque me reservo el derecho de hacerlo a futuro, de la manera antes indicada, o de otra quizás. Sin duda que el manual antes mencionado tenía entre sus líneas el método para limitar, excusándose en fallas semánticas, el ejercicio de la libertad de expresión cuando los hechos narrados afectaban intereses particulares de los dueños de medios, de afines y demás deudos, pero, la licencia que se brinda en estos días (como patente de corso) afecta la dignidad de las personas, al ejercer el referido derecho sin mística. Para terminar y cumplir con algo que lamento, paz a los restos de un ciudadano genial, que todos sabemos quien fue.
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