Por estos bares:
¿Qué vas a beber? Si la respuesta gira en torno a la cerveza o al vino tinto, estamos en presencia de una persona que disfruta el regar la comida con una dosis generosa de las bebidas anteriores. Si el pedido es un cóctel de frutas, el sujeto sin duda tiene problemas con la caja de velocidades y si la respuesta es otra pregunta ¿Pedimos la botella? estamos ante la estampa de un par de amigos (hasta cuatro se permite) que lo único que temen es el precio del servicio y por tanto revisan sus carteras para tener la certeza que el dinero permitirá extender la ingesta hasta al menos media botella mas, luego de terminada la primera. Si el sujeto dice que no quiere nada, se aplica la máxima contenida en el manual de estrategia militar (único argumento valioso ante tanta pendejada que justifica el matar a alguien) que reza que se debe ¨desconfiar de quien no bebe¨ Otra conclusión que puedo validar en mi larga data de bebedor activo es que la borrachera pasiva existe y no es solo parte del imaginario popular que declara que ¨unos beben y otros se rascan¨ El termino ¨beber con responsabilidad¨ es una soberana estupidez que se equipara con la imposibilidad de ¨suicidarse con dignidad¨. Lo que si es posible y de obligatorio cumplimiento para un bebedor curtido, es que al día siguiente se deben cumplir con todas las responsabilidades contraídas a la víspera si se quiere volver a beber al día siguiente. Tampoco es posible beber solo una, al menos que se trate de una botella para cada uno. Pero si quien bebe lo hace para rescatar una hombría que le es ajena, no merece compartir barra con quienes lo hacen por puro gusto. El borracho es quien bebe sin motivo y encapillado, y cree que comiendo chicle logrará burlar el aliento que indica que, como antes mencioné, fueron mas de dos. El viernes pasado visité a unos amigos de mi esposa y entre todos pusimos sobre la mesa una serie de detalles que mal hablan de quienes beben hasta morir, por supuesto la conversación fue condimentada con escoses del bueno, con paréntesis para hablar mal de un país muy bueno, y para disfrutar los restos de una paleta de Jabugo que estaba tan buena que tenía color remolacha. Las señoras expusieron argumentos validos, sobre todo los que indican que cambiamos de humor al beber, que perdemos la paciencia con rapidez y que somos incapaces de tomar nada en serio después de quince tragos y al analizar lo antedicho, se dieron cuenta que estaban participando en una batalla perdida, pero tienen razón. El problema está en que el beber es una enfermedad, que afecta en forma directa a quienes nos rodean y parte del tratamiento para minimizar el daño de un padecimiento que no tiene cura, es el ser lo suficientemente hombre para reconocer el problema y así evitar que la violencia tome por asalto el hogar haciendo padecer un infierno a quienes lo habitan, que no merecen y que por supuesto no disfrutan. La solución quizás esté en aplicar la formula de una viejita que quiero mucho y que ya no está con nosotros (el amor no termina con la muerte) quien ahorraba dos cervezas diarias y las acumulaba para el fin de semana y así se bebía varias con justicia en medio de una fiesta con entrada franca para cualquiera, que duró toda su vida.
¿Qué vas a beber? Si la respuesta gira en torno a la cerveza o al vino tinto, estamos en presencia de una persona que disfruta el regar la comida con una dosis generosa de las bebidas anteriores. Si el pedido es un cóctel de frutas, el sujeto sin duda tiene problemas con la caja de velocidades y si la respuesta es otra pregunta ¿Pedimos la botella? estamos ante la estampa de un par de amigos (hasta cuatro se permite) que lo único que temen es el precio del servicio y por tanto revisan sus carteras para tener la certeza que el dinero permitirá extender la ingesta hasta al menos media botella mas, luego de terminada la primera. Si el sujeto dice que no quiere nada, se aplica la máxima contenida en el manual de estrategia militar (único argumento valioso ante tanta pendejada que justifica el matar a alguien) que reza que se debe ¨desconfiar de quien no bebe¨ Otra conclusión que puedo validar en mi larga data de bebedor activo es que la borrachera pasiva existe y no es solo parte del imaginario popular que declara que ¨unos beben y otros se rascan¨ El termino ¨beber con responsabilidad¨ es una soberana estupidez que se equipara con la imposibilidad de ¨suicidarse con dignidad¨. Lo que si es posible y de obligatorio cumplimiento para un bebedor curtido, es que al día siguiente se deben cumplir con todas las responsabilidades contraídas a la víspera si se quiere volver a beber al día siguiente. Tampoco es posible beber solo una, al menos que se trate de una botella para cada uno. Pero si quien bebe lo hace para rescatar una hombría que le es ajena, no merece compartir barra con quienes lo hacen por puro gusto. El borracho es quien bebe sin motivo y encapillado, y cree que comiendo chicle logrará burlar el aliento que indica que, como antes mencioné, fueron mas de dos. El viernes pasado visité a unos amigos de mi esposa y entre todos pusimos sobre la mesa una serie de detalles que mal hablan de quienes beben hasta morir, por supuesto la conversación fue condimentada con escoses del bueno, con paréntesis para hablar mal de un país muy bueno, y para disfrutar los restos de una paleta de Jabugo que estaba tan buena que tenía color remolacha. Las señoras expusieron argumentos validos, sobre todo los que indican que cambiamos de humor al beber, que perdemos la paciencia con rapidez y que somos incapaces de tomar nada en serio después de quince tragos y al analizar lo antedicho, se dieron cuenta que estaban participando en una batalla perdida, pero tienen razón. El problema está en que el beber es una enfermedad, que afecta en forma directa a quienes nos rodean y parte del tratamiento para minimizar el daño de un padecimiento que no tiene cura, es el ser lo suficientemente hombre para reconocer el problema y así evitar que la violencia tome por asalto el hogar haciendo padecer un infierno a quienes lo habitan, que no merecen y que por supuesto no disfrutan. La solución quizás esté en aplicar la formula de una viejita que quiero mucho y que ya no está con nosotros (el amor no termina con la muerte) quien ahorraba dos cervezas diarias y las acumulaba para el fin de semana y así se bebía varias con justicia en medio de una fiesta con entrada franca para cualquiera, que duró toda su vida.
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