Feliz Navidad a todos y en especial a mi vieja:
Una señora gorda, por el paseo, ha roto los faroles, por el paseo. Mi hermano el menor, tiene la extraña tesis que de la felicidad no se habla, porque si se manifiesta que se vive, es gracias a que se es infeliz. Todos los años por esta época, los integrantes de mi familia comienzan a portarse como seres poseídos por malignos fantasmas de un pasado, que si bien es cierto fue duro, no fue tan malo como se imaginan. La fragilidad con que se lleva la paciencia amenaza, desde que la razón me abandonó, con llevarnos irremediablemente a pelearnos por nimiedades que mal hablan de lo mucho que nos queremos. Mi hija me ha enseñado que podemos aprender de seres pequeñitos, que son puro sentimiento, y que día a día nos demuestran que perdemos nuestros días en tonterías tan superficiales que nos acercan peligrosamente a la idiotez. Por eso la frase con que abro el escrito, que es parte de una canción que ella me enseñó y que cantamos a coro cuando caminamos por este mundo de un dios, en quien no creo, pero que se ha ganado el derecho a que sospeche que alguna vez estuvo por estos bares. Hablar de cada uno de los integrantes de mi familia, en grado cercano, no tiene mayor sentido, primero porque este no es un medio para expiar culpas, si las hay, y segundo porque es posible que las referencias que vacíe se vean seducidas por recuerdos que poco recuerdo, en días de mi niñez que indicaban sobrepeso y barriga prominente, en escenas que me llevaban al suelo y la perenne lucha por ponerme de pie, y en cada intento por levantarme, los rollos abdominales impedían la tarea de hacerlo de frente, por lo que tenia que recurrir al truco de hacerlo como señorita con minifalda, es decir, de lado y por etapas, para ocultar mis vergüenzas. Pero si merece la pena en tiempos de navidad próxima que les hable de mi madre, con quien peleo cada año por su empeño en cuidar gallinas viejas como si fuesen pollitas, y a quien quiero tanto que no encuentro la manera de demostrarlo y caigo en el foso de hablarle, en las pocas veces que nos vemos, de situaciones empresariales que no responden al sentido común. Pues bien, a esa señora bella debo agradecerle lo bueno que soy y debo dejar sentado que mis errores son míos y no es posible vincularlos a una mala crianza porque sin lugar a dudas tuve y tengo la mejor Mamá del mundo, que por supuesto merezco y me hace muy feliz, aunque mi hermano el menor se empeñe en que no lo soy porque lo digo. Un beso a mi vieja y para terminar les cuento lo que aprendí recientemente, que el gatito se acomoda, se acomoda el traje baño, menea la colita y se da un chapuzón. Feliz navidad.
No comments:
Post a Comment