Desde un punto de vista ajeno pero familiar, me propongo fallar en reducir en pocas palabras el recuerdo de una vida que sin quererlo influye en el futuro de quien no tuvo el gusto de conocerla.
El destino algunas veces comienza de manera
tardía cuando en uno de sus giros te manda a una tierra donde recibes cobijo,
aunque no puedas comunicarte con sus nacionales, expulsado desde un puerto que
no permite víctimas sino objetivos de guerra.
La historia comienza con un inocente ¿Damos una vuelta? Entendiéndose lo anterior en dar un paseo
caminando entre las vetas que deja el estudio de la filosofía en primero de
bachillerato.
Por el camino se entrecruzan cuentos de hace 74
años cuando el mundo se dedicaba a destruirse forzando la salida por mar y
luego de jornadas imposibles llegar a un país donde recibieron a la dama y su
familia en medio de calor y sopa de alubias negras.
Ahora, a partir de un lugar lejano que contiene
cuadros de anécdotas, se reducen varias vidas convirtiéndolas en la mejor
galería.
La cultura es lo adquirido en un contexto
social. Son los vestuarios, los idiomas y gestos, pero para que algo deje
huella y no quede ahogado en la arena en límite con el mar, debe hacerse
sentimiento.
Lo más innovador que puede hacer alguien es atraer
alegría cuando ésta por razones de distancia no se acompaña con cariños
maternos. En tiempos de preocupaciones amorosas debemos dejar de conquistar
batallas para recordar la celebración de haber estado juntos.
Vivir una buena vida después de tener el mundo
en contra es la certeza, aun teniendo la ironía como apellido y llevar el dolor
como una capa de tristeza en los ojos que hace honor a quien ya no está.
Mi pionera ya no es visible, reposa entre sol
abrazador, no voy a mencionarla por su nombre porque el boceto en este escrito
la define y ella sabe que es así.
Su mensaje prevalece, la sonrisa
debe reinar para permitir el encuentro en otra vida de personas que ya no se
observan.
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