Tuesday, July 17, 2007

Amarrando al poder temporal:

Flota hace rato en el aire un aroma nauseabundo, emitido por quienes se han hecho la peregrina idea que a todos nos importa ¨el curso politico¨ y el andar de los sujetos que hacen vida en Venezuela y en sus alrededores. Con frecuencia la prensa y otros medios electrónicos publican ¨historias¨ en donde se rebana la dignidad de sus protagonistas con sucesos tan idiotas como la salida a la luz del pipí ministerial (que por respeto a la dignidad de su propietario y por no tener esos gustos, no vi e intentaré no hacerlo). Si bien es cierto que muchos se regodean ante la certeza que obtienen de ¨fuente fidedigna¨ información relacionada con golpes en cocción, o con cualquier otra tontería que supuestamente debilita a un gobierno muy malo, las ¨bolas¨ que se lanzan ya no tienen la fortaleza de antaño. Pero lo anterior produce saturación informativa, que forma una cortina de humo muy densa que nubla la realidad y que impide enfrentar los problemas de siempre con algo de sentido común. Para esto tengo una solución relativa, no pararle bolas a la vida por que en esencia la vida no te para bolas a ti. Ahora pasando a otros linderos algo más terrenales, en noches sin insomnio me he dado a la tarea de construir una alternativa tipo ¨ALBA¨ para salvar a las misiones sin necesidad de apoyar a un régimen que confunde la infinitud con la continuidad. Para esto debemos como paso preliminar reconocer que los problemas vinculados a la pobreza (inseguridad, falta de asistencia a la salud, vivienda etc.) nos afectan a todos. La operación de salvamento viene de la mano de la formación y desarrollo de los consejos comunales, de cooperativas y hasta de fundaciones, que como parte de sus competencias deben incluir el sostener un proyecto de emergencia, diseñado para ganar un referéndum revocatorio, y que, si a ver vamos, es simplemente una belleza humanística. El segundo paso es despolitizar (en apariencia y con mucha viveza) la aplicación de los planes, sin caer en la majadería de rechazar las franelitas rojas, las gorras, lo pantalones, las bolsas de comida, los billetes, los autobuses y en fin todo lo que el gobierno envía con fines publicitarios, para evitar que el capricho de su majestad se desvié hacia otras latitudes por razones emotivas. En otras palabras, saludar con el slogan de moda e intentar no reír al pronunciar la incoherencia que termina con el fin de la vida. Luego de superado, mediante engaño, el trago que nos ubica como fieles al proceso, se debe comenzar a planificar el método para lograr que la informalidad de los eventos adquiera formalidad, como puede ser que las misiones vinculadas a la educación sean regidas por el ministerio del poder popular para la educación y que PDVSA solo envié los recursos. Algunas plañideras se preguntarán ¿Y esto no fortalece al gobierno? La respuesta por simple asusta, -Y QUE-. El incidente colectivo en donde la sociedad sin distinción participa en el arraigo de programas que nos revindican como seres humanos y que permite, al formalizarse, controlar al látigo de la maldita corrupción (que sobrevive al producirse el desvió de la mirada hacia el órgano del general) debe ser impuesto por el principio de que realmente no debe morir el sistema de asistencia en el mar de otras malcriadeces imperiales, que pueden ubicar el deseo en obtener unos submarinos que no sirven en estos bares y que dejan sin presupuesto a programas que deben por fuerza unirnos en alma, corazón y cuerpo. Todo esto para meter en cintura a lo que la Iglesia califica, con ínfulas que no le corresponden, como poder temporal.

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