A la oligarquía le pido:
Una de las últimas travesuras del jefe de la revolución, que por la frecuencia en que se presentan solo pueden catalogarse como penúltimas, siempre y a la espera de otra mas rimbombante y absurda, tiene que ver con el extraño ruego que solicita de los ¨empresarios y oligarcas¨ venezolanos procedan a repatriar 10.000 millones de Dólares y los inviertan en el país. Hasta aquí parece que la petición es propia de un jefe de estado que se interesa por el desarrollo del país y que a su vez reconoce la importancia del capital privado como propulsor de la economía en esta tierra de clima perfecto y de mujeres hermosas, lastimosamente celosas en su mayoría. Ahora bien, la travesura viene dada por la amenaza que si no se atiende el ruego antes del 3 de diciembre, fecha en que según la mayoría de los sondeos lo dan como triunfador, se tomarían medidas para castigar a los empresarios por tamaño acto de traición a la patria. Lo que no se ha tomado en cuenta por los aduladores gubernamentales, es que la migración de capital hacia el exterior se ha incrementado de manera exponencial, hasta limites imposibles por el tamaño de nuestra economía, calificada maliciosamente como monoproductora, en la última década, de la cual nuestro insigne comandante tiene al menos o casi, ocho años controlando las riendas de cómo mínimo la mitad de la población. Es decir, el gobierno por acción o por omisión ha promovido con políticas de botiquín dicha migración, basando su actuar en ataques mediáticos y pocas veces conclusivos contra la propiedad privada y por supuesto con el desprecio hacia amplios sectores de la población, quienes cada vez que consiguen cuatro reales van a un mercado secundario paralelo y restringido, por una Ley que pretende satanizar la compra de divisas, a comprar unos pocos Dólares para luego sacarlos hacia el destino donde reina el enemigo imperial, por caminos cuyo esfuerzo bien no valen la pena y se intentan justificar con el cuento del camino sin retorno hacia el comunismo, que por aquí por estos bares se conoce como socialismo del siglo XXI. Algunas preguntas que habría que responder son (si por casualidad se trae el dinero) ¿En que lo invertimos? y ¿cuales garantías nos dará el gobierno-estado para que la inversión no se pierda? Lo que va a suceder es que luego del 3 de diciembre, si se consigue el triunfo que el G3 se empeña en impedir, se utilizará la mayoría en una Asamblea que nos lleva a cargar con la vergüenza de ver en vivo y directo a nuestra incapacidad, para sancionar una Ley que ¨obligue¨ a repatriar capital para con esto cumplir el capricho de nuestro presidente, que ya nos empieza a mandar señales de iliquidez en las arcas publicas, que por cierto deberían estar llenas por la ventaja que da el mercado internacional del crudo, que a nuestro gobierno les da por despreciar, de la boca para fuera, para con eso llevar en primera fila el estandarte de la lucha antiimperialista, que se plantea entre señores presidentes que por razones de idioma no terminan de gritar a los cuatro vientos el amor que sienten el uno por el otro, como me contaron que pasó en la película de vaqueros del año pasado.
Una de las últimas travesuras del jefe de la revolución, que por la frecuencia en que se presentan solo pueden catalogarse como penúltimas, siempre y a la espera de otra mas rimbombante y absurda, tiene que ver con el extraño ruego que solicita de los ¨empresarios y oligarcas¨ venezolanos procedan a repatriar 10.000 millones de Dólares y los inviertan en el país. Hasta aquí parece que la petición es propia de un jefe de estado que se interesa por el desarrollo del país y que a su vez reconoce la importancia del capital privado como propulsor de la economía en esta tierra de clima perfecto y de mujeres hermosas, lastimosamente celosas en su mayoría. Ahora bien, la travesura viene dada por la amenaza que si no se atiende el ruego antes del 3 de diciembre, fecha en que según la mayoría de los sondeos lo dan como triunfador, se tomarían medidas para castigar a los empresarios por tamaño acto de traición a la patria. Lo que no se ha tomado en cuenta por los aduladores gubernamentales, es que la migración de capital hacia el exterior se ha incrementado de manera exponencial, hasta limites imposibles por el tamaño de nuestra economía, calificada maliciosamente como monoproductora, en la última década, de la cual nuestro insigne comandante tiene al menos o casi, ocho años controlando las riendas de cómo mínimo la mitad de la población. Es decir, el gobierno por acción o por omisión ha promovido con políticas de botiquín dicha migración, basando su actuar en ataques mediáticos y pocas veces conclusivos contra la propiedad privada y por supuesto con el desprecio hacia amplios sectores de la población, quienes cada vez que consiguen cuatro reales van a un mercado secundario paralelo y restringido, por una Ley que pretende satanizar la compra de divisas, a comprar unos pocos Dólares para luego sacarlos hacia el destino donde reina el enemigo imperial, por caminos cuyo esfuerzo bien no valen la pena y se intentan justificar con el cuento del camino sin retorno hacia el comunismo, que por aquí por estos bares se conoce como socialismo del siglo XXI. Algunas preguntas que habría que responder son (si por casualidad se trae el dinero) ¿En que lo invertimos? y ¿cuales garantías nos dará el gobierno-estado para que la inversión no se pierda? Lo que va a suceder es que luego del 3 de diciembre, si se consigue el triunfo que el G3 se empeña en impedir, se utilizará la mayoría en una Asamblea que nos lleva a cargar con la vergüenza de ver en vivo y directo a nuestra incapacidad, para sancionar una Ley que ¨obligue¨ a repatriar capital para con esto cumplir el capricho de nuestro presidente, que ya nos empieza a mandar señales de iliquidez en las arcas publicas, que por cierto deberían estar llenas por la ventaja que da el mercado internacional del crudo, que a nuestro gobierno les da por despreciar, de la boca para fuera, para con eso llevar en primera fila el estandarte de la lucha antiimperialista, que se plantea entre señores presidentes que por razones de idioma no terminan de gritar a los cuatro vientos el amor que sienten el uno por el otro, como me contaron que pasó en la película de vaqueros del año pasado.
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