Confusión general:
El viernes pasado recibí un mensaje de texto que me hizo reflexionar, mi hermano, confundiéndome con otra persona, me felicitó por el día del abogado, luego, para aumentar un poco más mi presencia en un mundo real maravilloso (definición de Venezuela sin coletillas) recibí otro mensaje que me felicitaba por el cumpleaños de mi hija y por el día del abogado. Al salir de la casa, seres invisibles, por no estar en mi camino de vida, me llamaron colega y me felicitaban por el día del abogado, en fin, entendí que en ese día todos son abogados a los ojos de dios. Por tanto, tomando en serio mi nuevo papel, que me hacía doctor sin la licencia de poder desvestir mujeres hermosas, me aventure a pensar como supuse lo haría alguien que se gana la vida lavando pecados de otros, usando como detergente algo que por aquí nos da por llamar La Ley. Usando mis facultades entregadas por un día, comencé a no comprender casi cada cosa que nos pasa, porque si existen normas que reglamentan una suerte de convivencia en armonía, teóricamente hablando, de nosotros hijos de Bolívar, tenemos estas resultas que nos acercan con fiereza a la anarquía, cuando de bondades se trata, o al salvajismo cuando nos da por explotar instintos que por efectos de evolución debían estar erradicados desde que las tablas de Moisés fueron traídas en nombre del altísimo. Pero de que estoy hablando, pues de nada como lo hace un abogado, quien, y lo puedo citar porque he visto en acción a uno muy bueno, se da a la tarea de justificar conductas erráticas buscando salidas en códigos redactados la mas de la veces con trampas entre líneas. Pero ¿será que este escrito nos va llevar a alguna parte? y ¿por que gracias a mi nueva condición me siento insultado cuando me llaman abogado?, la respuesta parece sacada de un manual para lograr que la estupidez se esparza a limites epidémicos, porque ahora, por estos bares, nos da por gritar que en esta tierra no hay estado de derecho y que no vale la pena pelear ninguna batalla, ya que nuestro supuesto enemigo a copado cada espacio e intentar combatirlo, sería una torpeza porque declaramos por anticipado que la lucha está perdida y que solo nos queda apagar la luz. Pero bajo la óptica del derecho, puedo comentar que la lucha continua (o al menos debe continuar) y que la respuesta está en utilizar como armas las que nos da un librito con cientos de artículos y que lleva por nombre, extraño de por si, Constitución. Lamentablemente y con el final del día mis poderes legales desaparecen y vuelvo a ser de nuevo el ermitaño que ve a las vacas desde la barrera, con una cerveza en la mano, porque los toros hace rato se fueron a pastar en el campo fértil de las ideas, que por aquí escasean.
El viernes pasado recibí un mensaje de texto que me hizo reflexionar, mi hermano, confundiéndome con otra persona, me felicitó por el día del abogado, luego, para aumentar un poco más mi presencia en un mundo real maravilloso (definición de Venezuela sin coletillas) recibí otro mensaje que me felicitaba por el cumpleaños de mi hija y por el día del abogado. Al salir de la casa, seres invisibles, por no estar en mi camino de vida, me llamaron colega y me felicitaban por el día del abogado, en fin, entendí que en ese día todos son abogados a los ojos de dios. Por tanto, tomando en serio mi nuevo papel, que me hacía doctor sin la licencia de poder desvestir mujeres hermosas, me aventure a pensar como supuse lo haría alguien que se gana la vida lavando pecados de otros, usando como detergente algo que por aquí nos da por llamar La Ley. Usando mis facultades entregadas por un día, comencé a no comprender casi cada cosa que nos pasa, porque si existen normas que reglamentan una suerte de convivencia en armonía, teóricamente hablando, de nosotros hijos de Bolívar, tenemos estas resultas que nos acercan con fiereza a la anarquía, cuando de bondades se trata, o al salvajismo cuando nos da por explotar instintos que por efectos de evolución debían estar erradicados desde que las tablas de Moisés fueron traídas en nombre del altísimo. Pero de que estoy hablando, pues de nada como lo hace un abogado, quien, y lo puedo citar porque he visto en acción a uno muy bueno, se da a la tarea de justificar conductas erráticas buscando salidas en códigos redactados la mas de la veces con trampas entre líneas. Pero ¿será que este escrito nos va llevar a alguna parte? y ¿por que gracias a mi nueva condición me siento insultado cuando me llaman abogado?, la respuesta parece sacada de un manual para lograr que la estupidez se esparza a limites epidémicos, porque ahora, por estos bares, nos da por gritar que en esta tierra no hay estado de derecho y que no vale la pena pelear ninguna batalla, ya que nuestro supuesto enemigo a copado cada espacio e intentar combatirlo, sería una torpeza porque declaramos por anticipado que la lucha está perdida y que solo nos queda apagar la luz. Pero bajo la óptica del derecho, puedo comentar que la lucha continua (o al menos debe continuar) y que la respuesta está en utilizar como armas las que nos da un librito con cientos de artículos y que lleva por nombre, extraño de por si, Constitución. Lamentablemente y con el final del día mis poderes legales desaparecen y vuelvo a ser de nuevo el ermitaño que ve a las vacas desde la barrera, con una cerveza en la mano, porque los toros hace rato se fueron a pastar en el campo fértil de las ideas, que por aquí escasean.
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