Autodeterminación, materia pendiente:
Una de las respuestas favoritas que utilizan los diplomáticos de los países con debilidad institucional, cuando intentan desvirtuar las críticas ante la falta de mecanismos efectivos para proteger los derechos humanos, es la que tiene que ver con que las decisiones gubernamentales están protegidas por el principio de la ¨autodeterminación de los pueblos¨ y cuando los molestan mucho (y se les va la mano en travesuras no aceptadas popularmente) utilizan la otra que consagra el principio de la ¨no intervención¨ ante asuntos de la exclusiva competencia e interés de los ciudadanos y sus representantes. Pero ¿como nos autodeterminamos?, ¿que principios nos rigen como ciudadanos de está república?, ¿que vínculo común, afectivo y terrenal nos ubica como compatriotas en esta tierra de gracia? Algunos letrados dirán que la Constitución, pero lamentablemente y por la ensalada cultural, religiosa e ideológica que nos inunda, no tenemos una respuesta que nos incorpore en este pastel que cada día se hace intragable para quienes, a falta de comida, lo que tienen es el oído para recibir vaguedades sin sustento histórico, o con una visión tan particular de lo sucedido, que quienes las disparan no entienden que la consecuencia lógica de llamar al 12 de octubre ¨Dia de la resistencia indígena¨ es que el Libertador, Don Simón Bolívar, no fue tal, porque nunca fuimos conquistados por la corona española, por tanto no había nada que liberar, en todo caso fue colaborador asociado a determinadas etnias, para obtener la victoria que fue consecuencia de resistir los embates del antiguo imperio. Pero hablando seriamente, ¿como eludir la certeza que somos consecuencia de la visión del gobierno de turno?, que en su afán de torcer los hechos, sus integrantes dan vida a la miseria para convertirse en protagonistas de una historia que por vergüenza les debería ser ajena. Recordemos que cuando los adecos eran gente, tal vez no, pero con justicia se debe reconocer que tuvieron poder, casi absoluto (como se dice que tiene el comandante amor), comenzaron a sembrar al territorio con sus nombres y sus apellidos, en obras en donde participaron miles de venezolanos y extranjeros y cuya planificación le es esquiva por su manifiesta falta de preparación (de los adecos digo). Como la historia se repite cuando la negamos con fiereza, el partido blanco fue sustituido por el color rojo, y sus prácticas únicamente variaron en la cantidad ascendente de dinero que sin pudor sustraen de la bolsa que por estos bares llamamos Hacienda Pública Nacional. Ahora intentan autodeterminarnos, de manera impuesta, sin que produzca gentilicio, con el General Perón, con el Ché, con Fidel, con vivas a la hermana Cuba, con la trillada ¨patria o muerte¨, que nada aportan a nuestra venezolanidad y tampoco colaboran en agruparnos de forma solidaria para lograr lo que nos negamos a perseguir con pasión, ayudarnos los unos a los otros para acabar con las diferencias, en donde los que son mas, menos tienen. Y aunque parezca un escrito construido con burla, que muchos calificarían como una atrocidad en contra del intelecto, el burgomaestre mayor razona y ofrece una respuesta sobre la postura anti-imperial, bandera que el gobierno esgrime para relacionarnos con el mundo, y nos regala la pancarta espectacular en contenido, que se puede ver en uno de los extremos de la Avenida Bolívar, y que reza que: ¨Somos antiimperialistas por solidaridad con nuestros países hermanos¨. Con ese argumento el Embajador Arias Cárdenas quizás pueda explicar su conducta y lograr el respaldo de países, en número suficiente, para alcanzar el puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, para con este, participar como cucaracha en baile de gallina en un organismo que ha demostrado no servir para garantizar la paz.
Una de las respuestas favoritas que utilizan los diplomáticos de los países con debilidad institucional, cuando intentan desvirtuar las críticas ante la falta de mecanismos efectivos para proteger los derechos humanos, es la que tiene que ver con que las decisiones gubernamentales están protegidas por el principio de la ¨autodeterminación de los pueblos¨ y cuando los molestan mucho (y se les va la mano en travesuras no aceptadas popularmente) utilizan la otra que consagra el principio de la ¨no intervención¨ ante asuntos de la exclusiva competencia e interés de los ciudadanos y sus representantes. Pero ¿como nos autodeterminamos?, ¿que principios nos rigen como ciudadanos de está república?, ¿que vínculo común, afectivo y terrenal nos ubica como compatriotas en esta tierra de gracia? Algunos letrados dirán que la Constitución, pero lamentablemente y por la ensalada cultural, religiosa e ideológica que nos inunda, no tenemos una respuesta que nos incorpore en este pastel que cada día se hace intragable para quienes, a falta de comida, lo que tienen es el oído para recibir vaguedades sin sustento histórico, o con una visión tan particular de lo sucedido, que quienes las disparan no entienden que la consecuencia lógica de llamar al 12 de octubre ¨Dia de la resistencia indígena¨ es que el Libertador, Don Simón Bolívar, no fue tal, porque nunca fuimos conquistados por la corona española, por tanto no había nada que liberar, en todo caso fue colaborador asociado a determinadas etnias, para obtener la victoria que fue consecuencia de resistir los embates del antiguo imperio. Pero hablando seriamente, ¿como eludir la certeza que somos consecuencia de la visión del gobierno de turno?, que en su afán de torcer los hechos, sus integrantes dan vida a la miseria para convertirse en protagonistas de una historia que por vergüenza les debería ser ajena. Recordemos que cuando los adecos eran gente, tal vez no, pero con justicia se debe reconocer que tuvieron poder, casi absoluto (como se dice que tiene el comandante amor), comenzaron a sembrar al territorio con sus nombres y sus apellidos, en obras en donde participaron miles de venezolanos y extranjeros y cuya planificación le es esquiva por su manifiesta falta de preparación (de los adecos digo). Como la historia se repite cuando la negamos con fiereza, el partido blanco fue sustituido por el color rojo, y sus prácticas únicamente variaron en la cantidad ascendente de dinero que sin pudor sustraen de la bolsa que por estos bares llamamos Hacienda Pública Nacional. Ahora intentan autodeterminarnos, de manera impuesta, sin que produzca gentilicio, con el General Perón, con el Ché, con Fidel, con vivas a la hermana Cuba, con la trillada ¨patria o muerte¨, que nada aportan a nuestra venezolanidad y tampoco colaboran en agruparnos de forma solidaria para lograr lo que nos negamos a perseguir con pasión, ayudarnos los unos a los otros para acabar con las diferencias, en donde los que son mas, menos tienen. Y aunque parezca un escrito construido con burla, que muchos calificarían como una atrocidad en contra del intelecto, el burgomaestre mayor razona y ofrece una respuesta sobre la postura anti-imperial, bandera que el gobierno esgrime para relacionarnos con el mundo, y nos regala la pancarta espectacular en contenido, que se puede ver en uno de los extremos de la Avenida Bolívar, y que reza que: ¨Somos antiimperialistas por solidaridad con nuestros países hermanos¨. Con ese argumento el Embajador Arias Cárdenas quizás pueda explicar su conducta y lograr el respaldo de países, en número suficiente, para alcanzar el puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, para con este, participar como cucaracha en baile de gallina en un organismo que ha demostrado no servir para garantizar la paz.