Divagando en aguas agitadas:
Siguiendo con el tema de la libertad y la supuesta oposición que pretenden en su contra los santos y santas creyentes en la extraña tesis del pensamiento único, puedo comentar que esta corriente se combate con dificultad pero la victoria a lo largo de la historia ha estado del lado de los silentes librepensadores. Con la peculiaridad que la gloria se diluía al crearse una nueva casta de sabios, cultores de la verdad verdadera, que por efecto de conquista convierten al pensamiento de nuevo en único. Pero en nuestro caso el asunto presenta una dificultad adicional, que sin ser la primera vez que se exhibe (el antecedente fue Bolívar) muestra la particularidad que el pensamiento que se pretende imponer no es único, mas bien es difuso, relativo, infinito y perfectible, y sufre mutaciones (para bien) constantes al lograr sus cultores subir, de uno en uno, la escalera que lleva a formar una ideología medianamente digerible. Es decir, la redención de la humanidad está presente como una constante, la construcción de ¨un mundo mejor¨ también se usa como ingrediente en la receta, e incluso la difusión de reclamos colectivos que buscan la inclusión de excluidos, en un universo olvidado, también hace ruido, pero todo esto choca a gran velocidad contra la pared que ha dibujado la razón, de tanto matarnos por causas fútiles, pero únicas. La historia habla de batallas inútiles con saldos de alarma para conquistar algo que irremediablemente dejaba las cosas como estaban, pero los guerreros sabían lo que hacían y si bien de vez en cuando, o casi siempre, luchaban contra demonios invisibles (religión, profecías, leyendas y cuentos) una parte de los luchadores arriesgaba el pellejo para llevar comida a sus casas. Lo simpático por estos bares y que hace que la tarea se divise cuesta arriba, es luchar contra quien ¨mejora¨ con el tiempo, que cuenta con el poder para difundir sus rarezas ¨acabadas de descubrir¨ al leer libros que han pasado por miles de manos desde que el hombre comenzó a creerse superior y con ello, sentirse con derecho a destruir su entorno por el bien de todos. El famoso y tortuoso – o ensayamos o erramos – que nos lleva por fuerza a errar, tiene una vigencia imposible de superar porque siempre se responde con el reconocimiento del error, sin animo de enmienda, que se pretende saltar con argumentos atrevidos y alocados, pero eso si, revolucionarios. Pero lo que no deja lugar a la duda es que los preceptos del llamado proceso navegan por un mar agitado en un bote muy seguro, porque la enorme deficiencia que mantiene en vilo a la mayoría de la población permite, que un discurso redentor y exageradamente histriónico, tenga un publico cautivo y a la espera que el sumo sacerdote los saque del gueto en donde apenas sobrevive el grueso de la población. Por eso se tolera la corrupción porque ¨algo llega¨, por eso se tolera el desorden porque el esfuerzo por superar la maldición de la pobreza es mas efectivo que implementar políticas con algo de sentido común, que intuyan la posibilidad de éxito. Estamos en presencia de un fenómeno indescifrable para quienes se le oponen, que con bajísimo avance real en materia de mejorar la educación, tiene a la ¨masa¨ ilusionada con la posibilidad distante y relativa de ¨un país de todos¨. La violencia, la delincuencia, la ruptura con normas sociales son apéndices sin importancia y por eso descartables, cuando se está dibujando el borrador, eterno, del hombre nuevo. La búsqueda de la ideología perfecta, con enemigos definidos (el imperio) permite suponer una batalla en donde siempre se gana, aunque la más de las veces se logra la meta, virtual, por razones vinculadas a no tener miedo escénico. Es una lucha entre el bien y el mal, y quienes representan al bien (porque lo compraron) tienen de su lado la certeza que no importa el tiempo en el campo de batalla, tampoco importa la decadencia que se siembra en nombre de la libertad, porque inalterablemente, Dios está con los buenos. Espero que también esté con la vinotinto.
Siguiendo con el tema de la libertad y la supuesta oposición que pretenden en su contra los santos y santas creyentes en la extraña tesis del pensamiento único, puedo comentar que esta corriente se combate con dificultad pero la victoria a lo largo de la historia ha estado del lado de los silentes librepensadores. Con la peculiaridad que la gloria se diluía al crearse una nueva casta de sabios, cultores de la verdad verdadera, que por efecto de conquista convierten al pensamiento de nuevo en único. Pero en nuestro caso el asunto presenta una dificultad adicional, que sin ser la primera vez que se exhibe (el antecedente fue Bolívar) muestra la particularidad que el pensamiento que se pretende imponer no es único, mas bien es difuso, relativo, infinito y perfectible, y sufre mutaciones (para bien) constantes al lograr sus cultores subir, de uno en uno, la escalera que lleva a formar una ideología medianamente digerible. Es decir, la redención de la humanidad está presente como una constante, la construcción de ¨un mundo mejor¨ también se usa como ingrediente en la receta, e incluso la difusión de reclamos colectivos que buscan la inclusión de excluidos, en un universo olvidado, también hace ruido, pero todo esto choca a gran velocidad contra la pared que ha dibujado la razón, de tanto matarnos por causas fútiles, pero únicas. La historia habla de batallas inútiles con saldos de alarma para conquistar algo que irremediablemente dejaba las cosas como estaban, pero los guerreros sabían lo que hacían y si bien de vez en cuando, o casi siempre, luchaban contra demonios invisibles (religión, profecías, leyendas y cuentos) una parte de los luchadores arriesgaba el pellejo para llevar comida a sus casas. Lo simpático por estos bares y que hace que la tarea se divise cuesta arriba, es luchar contra quien ¨mejora¨ con el tiempo, que cuenta con el poder para difundir sus rarezas ¨acabadas de descubrir¨ al leer libros que han pasado por miles de manos desde que el hombre comenzó a creerse superior y con ello, sentirse con derecho a destruir su entorno por el bien de todos. El famoso y tortuoso – o ensayamos o erramos – que nos lleva por fuerza a errar, tiene una vigencia imposible de superar porque siempre se responde con el reconocimiento del error, sin animo de enmienda, que se pretende saltar con argumentos atrevidos y alocados, pero eso si, revolucionarios. Pero lo que no deja lugar a la duda es que los preceptos del llamado proceso navegan por un mar agitado en un bote muy seguro, porque la enorme deficiencia que mantiene en vilo a la mayoría de la población permite, que un discurso redentor y exageradamente histriónico, tenga un publico cautivo y a la espera que el sumo sacerdote los saque del gueto en donde apenas sobrevive el grueso de la población. Por eso se tolera la corrupción porque ¨algo llega¨, por eso se tolera el desorden porque el esfuerzo por superar la maldición de la pobreza es mas efectivo que implementar políticas con algo de sentido común, que intuyan la posibilidad de éxito. Estamos en presencia de un fenómeno indescifrable para quienes se le oponen, que con bajísimo avance real en materia de mejorar la educación, tiene a la ¨masa¨ ilusionada con la posibilidad distante y relativa de ¨un país de todos¨. La violencia, la delincuencia, la ruptura con normas sociales son apéndices sin importancia y por eso descartables, cuando se está dibujando el borrador, eterno, del hombre nuevo. La búsqueda de la ideología perfecta, con enemigos definidos (el imperio) permite suponer una batalla en donde siempre se gana, aunque la más de las veces se logra la meta, virtual, por razones vinculadas a no tener miedo escénico. Es una lucha entre el bien y el mal, y quienes representan al bien (porque lo compraron) tienen de su lado la certeza que no importa el tiempo en el campo de batalla, tampoco importa la decadencia que se siembra en nombre de la libertad, porque inalterablemente, Dios está con los buenos. Espero que también esté con la vinotinto.