La señora de azul:
Hacia finales del siglo XX, los logros de la revolución bolivariana en la construcción de un sistema político-teórico pluralista, integrador y de alguna manera reivindicador de los que menos tienen, sin lugar a dudas eran palpables, salvando por supuesto el reconocimiento que los artífices de la miseria y el rencor se negaban a otorgar. La gestión constituyente puso de un plumazo en el horizonte a quienes por siempre habían sido relegados a ser cubiertos por la alfombra de la historia, como basura. Los ataques que recibía desde la mal llamada sociedad civil, eran en si tareas obligatorias ante la novedad, que según algunos estudiosos del volumen ligado a la gente, se había aprobado por una ¨minoria¨. Claro, también nos empeñamos por aquella época en producir respuestas viscerales ante la parte insustancial del libro, como los ahora apellidos de la patria, que siempre y por que si, al menos para mi, será Venezuela. La oportunidad era de oro para que colegios profesionales trabajaran de la mano con el nuevo instrumento, que en poco tiempo y transformándose en una suerte de decálogo religioso se convirtió por obra y gracia de la espada de Bolívar en ¨la bicha¨. La inoperancia en llevar adelante reformas sustanciales, sumado a la inmediatez que los bolivarianos (muchachos al fin) le imponían a la historia para lograr la trascendencia del proceso, mezclado con un poco de paranoia y delirios febriles, los colocó ante la encrucijada de ser funcionarios públicos honestos y probos, con paciencia para construir mediante el consenso el proceso que llevara a implantar la reforma, o ser defensores a ultranza de lo que por entonces comenzó a llamarse, no sin un dejo de travesura, como REVOLUCION. Como sabemos, la elección produjo el culto a la personalidad y quebró la raya moral porque en la guerra todo vale. Para algunos que se tomaron el tiempo de leer la constitución (yo lo hice en múltiples viajes del metro para entender que carajo esgrimía mi socio como argumento para defender a terceros) comenzaron a regar en voz baja, evitando ataques directos que los tildaban de herejes, las bondades de un texto que cobijaba en sus letras la posibilidad de cambiar la denominación antedicha por EVOLUCION. Como en sueños, la señora que en sus inicios se vestía de azul, otorgaba derechos que iban mas allá del estado-gobierno mismo, imponiendo un ritmo en el camino hacía el progreso que lamentablemente por mezquindades y por atacar a quien siempre y por desprecio consideramos como un subproducto de la academia militar, mal formado y mal educado, y si como si de una monarquía se tratara, atacamos con cañones llenos de vacío y rabia al pendejo ese, que como decía un amigo, nos anuló, aplicando el principio que ¨jugando lo mete el perro¨. En ninguna parte del texto se habla de aplicar tesis marxistas, leninistas, bolivarianas, zamoranas, y mucho menos fidelistas para imponer por la fuerza lo que en esencia, si lo miramos fríamente, nos es otra cosa que la búsqueda del bienestar colectivo en esta tierra de gracia, en donde lanzamos con descuido semillas y a los meses recogemos duraznos. Puedo comentar que la primera batalla que perdió el oficialismo, importante digo, fue la incapacidad de traducir en leyes aplicables los derechos contenidos (porque los metería en cintura), ni siquiera la sala constitucional se atrevió a corregir el entuerto desarrollando el principio de la aplicación difusa de la constitución, por lo que si se habla claro y raspao, aquí no pasó nada, salvo la fundación de un estado-país paralelo, con presupuestos ejecutados sin control, amparados como siempre en la maldita emergencia. Por supuesto, en este momento la revolución perdió el norte, empeñada como está en hacerse eterna sin obras que mostrar, empapada hasta los ojos de corrupción, ineptitud e intolerancia, que se justificaba hace unos años (entre ellos digo) con el argumento disparatado de defender al proceso, pero que ahora, de un tiempo para acá, cuando la repetición hasta la saciedad de una pesadilla virtual por parte de grupos opositores forjadores de una verdad mediática, logró que muchos consideraran inútil participar en política, lo que les quedaba a los bolivarianos (y mira que me cuesta identificarlos con ese nombre) era trabajar para avanzar en su proyecto y no repartirse el botín con el argumento que el enemigo a vencer era y es Bush junior. Alerta aparte merece la actitud del presidente, que como vemos dejó el librito enterrado en alguno de sus múltiples trajes, quien propone reformas anti sociales al texto con la excusa de estar atado de manos por los limites que establece una democracia real, que hasta ahora en la practica duerme el sueño de los justos. Yo prefiero más bien la reconstitución de los poderes públicos para que el control de la administración sea tan efectiva como lo exige la señora reproducida hasta el cansancio. Para concluir con esta larga cadena de incoherencias bien intencionadas- como todo en este país- recomiendo que pase lo que pase en diciembre, que seguramente nada pasará, cambiemos los términos del combate para adaptarlos mas a las reglas del dominó que a los de una guerra santa.
Hacia finales del siglo XX, los logros de la revolución bolivariana en la construcción de un sistema político-teórico pluralista, integrador y de alguna manera reivindicador de los que menos tienen, sin lugar a dudas eran palpables, salvando por supuesto el reconocimiento que los artífices de la miseria y el rencor se negaban a otorgar. La gestión constituyente puso de un plumazo en el horizonte a quienes por siempre habían sido relegados a ser cubiertos por la alfombra de la historia, como basura. Los ataques que recibía desde la mal llamada sociedad civil, eran en si tareas obligatorias ante la novedad, que según algunos estudiosos del volumen ligado a la gente, se había aprobado por una ¨minoria¨. Claro, también nos empeñamos por aquella época en producir respuestas viscerales ante la parte insustancial del libro, como los ahora apellidos de la patria, que siempre y por que si, al menos para mi, será Venezuela. La oportunidad era de oro para que colegios profesionales trabajaran de la mano con el nuevo instrumento, que en poco tiempo y transformándose en una suerte de decálogo religioso se convirtió por obra y gracia de la espada de Bolívar en ¨la bicha¨. La inoperancia en llevar adelante reformas sustanciales, sumado a la inmediatez que los bolivarianos (muchachos al fin) le imponían a la historia para lograr la trascendencia del proceso, mezclado con un poco de paranoia y delirios febriles, los colocó ante la encrucijada de ser funcionarios públicos honestos y probos, con paciencia para construir mediante el consenso el proceso que llevara a implantar la reforma, o ser defensores a ultranza de lo que por entonces comenzó a llamarse, no sin un dejo de travesura, como REVOLUCION. Como sabemos, la elección produjo el culto a la personalidad y quebró la raya moral porque en la guerra todo vale. Para algunos que se tomaron el tiempo de leer la constitución (yo lo hice en múltiples viajes del metro para entender que carajo esgrimía mi socio como argumento para defender a terceros) comenzaron a regar en voz baja, evitando ataques directos que los tildaban de herejes, las bondades de un texto que cobijaba en sus letras la posibilidad de cambiar la denominación antedicha por EVOLUCION. Como en sueños, la señora que en sus inicios se vestía de azul, otorgaba derechos que iban mas allá del estado-gobierno mismo, imponiendo un ritmo en el camino hacía el progreso que lamentablemente por mezquindades y por atacar a quien siempre y por desprecio consideramos como un subproducto de la academia militar, mal formado y mal educado, y si como si de una monarquía se tratara, atacamos con cañones llenos de vacío y rabia al pendejo ese, que como decía un amigo, nos anuló, aplicando el principio que ¨jugando lo mete el perro¨. En ninguna parte del texto se habla de aplicar tesis marxistas, leninistas, bolivarianas, zamoranas, y mucho menos fidelistas para imponer por la fuerza lo que en esencia, si lo miramos fríamente, nos es otra cosa que la búsqueda del bienestar colectivo en esta tierra de gracia, en donde lanzamos con descuido semillas y a los meses recogemos duraznos. Puedo comentar que la primera batalla que perdió el oficialismo, importante digo, fue la incapacidad de traducir en leyes aplicables los derechos contenidos (porque los metería en cintura), ni siquiera la sala constitucional se atrevió a corregir el entuerto desarrollando el principio de la aplicación difusa de la constitución, por lo que si se habla claro y raspao, aquí no pasó nada, salvo la fundación de un estado-país paralelo, con presupuestos ejecutados sin control, amparados como siempre en la maldita emergencia. Por supuesto, en este momento la revolución perdió el norte, empeñada como está en hacerse eterna sin obras que mostrar, empapada hasta los ojos de corrupción, ineptitud e intolerancia, que se justificaba hace unos años (entre ellos digo) con el argumento disparatado de defender al proceso, pero que ahora, de un tiempo para acá, cuando la repetición hasta la saciedad de una pesadilla virtual por parte de grupos opositores forjadores de una verdad mediática, logró que muchos consideraran inútil participar en política, lo que les quedaba a los bolivarianos (y mira que me cuesta identificarlos con ese nombre) era trabajar para avanzar en su proyecto y no repartirse el botín con el argumento que el enemigo a vencer era y es Bush junior. Alerta aparte merece la actitud del presidente, que como vemos dejó el librito enterrado en alguno de sus múltiples trajes, quien propone reformas anti sociales al texto con la excusa de estar atado de manos por los limites que establece una democracia real, que hasta ahora en la practica duerme el sueño de los justos. Yo prefiero más bien la reconstitución de los poderes públicos para que el control de la administración sea tan efectiva como lo exige la señora reproducida hasta el cansancio. Para concluir con esta larga cadena de incoherencias bien intencionadas- como todo en este país- recomiendo que pase lo que pase en diciembre, que seguramente nada pasará, cambiemos los términos del combate para adaptarlos mas a las reglas del dominó que a los de una guerra santa.
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