El camino del norte:
Hace poco fui a la presentación de un libro en donde pude observar en primera fila al señor Horacio Vázquez-Rial, quien atiende a la palabra con mimos indecibles para producir una historia cuyo relato deja pendiente otra, de vida quizás, y al señor encargado de presentar el libro, quien partiendo con timidez se atrevió a llamar a la responsable de su migración como ¨psicopata asesina¨. Sin ánimos de desdecir una verdad histórica sobre la Argentina, y reconociendo que la presentación debe ser publicada para resaltar su valía (que se pierde al ser leída con vergüenza) debo ratificar lo que ya en otras oportunidades he comentado, sobre la necesidad de callarnos, de dejar que el silencio retome los espacios robados por quienes a punta de conveniencias maltratan a la palabra para alertarnos sobre la nada y así nunca entender lo que pasa a nuestro alrededor. El escritor, con todas las condecoraciones de guerra sobre su cuerpo adolorido, luego de pedir permiso para sentarse y así escuchar al tímido introductor, se permitió mirar a todos lados y a ninguna parte para descubrir si el fulano bautizo llegaría a puerto seguro. Concluidos los actos preliminares, finalmente pudimos escuchar las palabras de la persona que nos habló sobre el camino del norte. Entre espacios que pretendían ubicarse dentro de la novela, nos ofreció un resumen de lamentos que nos llevó a pasear por la iniciativa Casa de las Américas y del suicidio de su promotora, quien impulsó los primeros pasos hacia una integración cultural latinoamericana que tenía la bondad de reducir la influencia de la madre patria. Se justificó ante nosotros sobre su afiliación al partido comunista, con la razón por delante al hablar que el motivo principal de su enamoramiento fue el esfuerzo de alfabetizar en Cuba a quienes por virtud de su trabajo ya sabían leer. Particularmente, no había visto en directo a un escritor amante de la palabra, que al avanzar en su vida y en su obra logra desarticular la influencia subjetiva en el texto (uso caprichoso de la gramática) logrando que el relato se presente como posible aunque irreal, por virtud que el personaje principal está muerto desde hace mas de veinte y cinco años. Con esta alternativa, el señor afectado por miles de cigarrillos consumidos que le roban el aire, nos lleva por medio de simplezas a recorrer una historia que intenta dibujar que el camino de la redención del hombre no se puede medir en segundos o en miles de años, porque los cambios que se han manifestado dejan una carga de víctimas que nos recuerdan que el sacrificio es algo que siempre se debe ofrecer para conquistar terrenos en donde la humanidad siembra sus desechos. Al parecer, si no se hace así, la mano divina que todo lo puede nos mandará nuestro respectivo cacique, para que junto con el azar, las víctimas sean impuestas para cancelar el sacrificio que no glorifica a nadie. La sorpresa de la noche se presentó ante la inquietud del escritor de saber si alguien compraría su obra durante el evento. La respuesta merece ser contada ya que mi esposa compró el ejemplar ante sus ojos y gracias al ¿Por qué?, la simpleza tomó la voz con un – porque usted le ganó a mi esposo en el concurso ¨La Otra Orilla¨. Al leer los primeros capítulos de la obra, debo reconocer que fue en buena lid.
Hace poco fui a la presentación de un libro en donde pude observar en primera fila al señor Horacio Vázquez-Rial, quien atiende a la palabra con mimos indecibles para producir una historia cuyo relato deja pendiente otra, de vida quizás, y al señor encargado de presentar el libro, quien partiendo con timidez se atrevió a llamar a la responsable de su migración como ¨psicopata asesina¨. Sin ánimos de desdecir una verdad histórica sobre la Argentina, y reconociendo que la presentación debe ser publicada para resaltar su valía (que se pierde al ser leída con vergüenza) debo ratificar lo que ya en otras oportunidades he comentado, sobre la necesidad de callarnos, de dejar que el silencio retome los espacios robados por quienes a punta de conveniencias maltratan a la palabra para alertarnos sobre la nada y así nunca entender lo que pasa a nuestro alrededor. El escritor, con todas las condecoraciones de guerra sobre su cuerpo adolorido, luego de pedir permiso para sentarse y así escuchar al tímido introductor, se permitió mirar a todos lados y a ninguna parte para descubrir si el fulano bautizo llegaría a puerto seguro. Concluidos los actos preliminares, finalmente pudimos escuchar las palabras de la persona que nos habló sobre el camino del norte. Entre espacios que pretendían ubicarse dentro de la novela, nos ofreció un resumen de lamentos que nos llevó a pasear por la iniciativa Casa de las Américas y del suicidio de su promotora, quien impulsó los primeros pasos hacia una integración cultural latinoamericana que tenía la bondad de reducir la influencia de la madre patria. Se justificó ante nosotros sobre su afiliación al partido comunista, con la razón por delante al hablar que el motivo principal de su enamoramiento fue el esfuerzo de alfabetizar en Cuba a quienes por virtud de su trabajo ya sabían leer. Particularmente, no había visto en directo a un escritor amante de la palabra, que al avanzar en su vida y en su obra logra desarticular la influencia subjetiva en el texto (uso caprichoso de la gramática) logrando que el relato se presente como posible aunque irreal, por virtud que el personaje principal está muerto desde hace mas de veinte y cinco años. Con esta alternativa, el señor afectado por miles de cigarrillos consumidos que le roban el aire, nos lleva por medio de simplezas a recorrer una historia que intenta dibujar que el camino de la redención del hombre no se puede medir en segundos o en miles de años, porque los cambios que se han manifestado dejan una carga de víctimas que nos recuerdan que el sacrificio es algo que siempre se debe ofrecer para conquistar terrenos en donde la humanidad siembra sus desechos. Al parecer, si no se hace así, la mano divina que todo lo puede nos mandará nuestro respectivo cacique, para que junto con el azar, las víctimas sean impuestas para cancelar el sacrificio que no glorifica a nadie. La sorpresa de la noche se presentó ante la inquietud del escritor de saber si alguien compraría su obra durante el evento. La respuesta merece ser contada ya que mi esposa compró el ejemplar ante sus ojos y gracias al ¿Por qué?, la simpleza tomó la voz con un – porque usted le ganó a mi esposo en el concurso ¨La Otra Orilla¨. Al leer los primeros capítulos de la obra, debo reconocer que fue en buena lid.
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