Crónicas desquiciadas:
Para empezar, debo reconocer, como ya lo he referido anteriormente, que el llamado proceso revolucionario tiene elementos positivos que serían más efectivos si contaran con el concurso de todos. Como sabemos, las iniciativas bolivarianas se anuncian en medio de un show en donde el jefe, entre mastranto y suave brisa, nos habla por horas de todo y de nada diluyendo con la infinitud el contenido real del mensaje. Al intentar ubicar dentro de la lógica dichos encuentros radiales, que nos ofrecen la historia infinita de las mil y noches revolucionarias, puedo aventurarme a concluir que los capítulos narrados con voz del tipo - nuestro insólito universo- tienen un único calificativo: desquiciados. La más de las veces la perturbación intenta caer de pie en un relato salpicado de lugares comunes que pretende dibujar la erudición de un personaje, que por efectos narrativos está y no está en todas partes al mismo tiempo. Si prestamos atención, sin juicio de valor preestablecido, los hechos nos ubican como una sarta de incapaces que confundimos el uso de las palabras para producir eventos que, por lo ameno del relato, pierden gravedad para convertirse en anécdotas que pretenden justificar la pobreza de nuestra historia en los últimos dos mil siete años. La parte que mas me gustó del programa del 27 de febrero, fue cuando el líder máximo nos contó sobre su no participación (segunda, tercera o cuarta génesis de la revolución) en hechos lamentables, argumentando el haber sufrido una enfermedad eruptiva que al ser padecida de mayor, produce hinchazones de adentro para afuera y que si se corre lloviendo nos llevará irreductiblemente a la muerte. Mi segunda preferencia se dio cuando nos habló que ¨yo siempre he jugado duro¨ para referir la supuesta infiltración dentro de las líneas del ejercito imperial, logrando inclusive simular amistad para que los muy idiotas lo invitaran a viajar en el Enterprise y así llevarlo a la fiesta que por su ascenso a comandante se realizó en tierras llaneras. La parte que no me gustó fue cuando se comunicó con los muertos. Como material literario, los encuentros merecen ser escuchados a la sombra de una matica con cerveza de por medio. Ser discutidos al finalizar para intentar ubicar la idea principal del programa y en el caso de producirse alguna conclusión, hacérsela llegar al ministerio de propaganda para que el reality show gané puntos en un rating que se mide al contrario, es decir por el número de aparatos que se apagan al comienzo de la transmisión, que por una encuesta particular debo destacar que quienes se adhieren al programa son opositores rajados, que en un acto masoquista escuchan al señor para ver como piensa perjudicarlos (de la boca para afuera). Ahora bien, los encuentros ya se han hecho necesarios, vitales diría yo y es que la voz acaramelada del proceso nos aporta directrices interesantes y no tan ocultas, analizadas banalmente a diario por expertos ¿opositores? en revolución, y que si, por efecto de un retruque estelar, llegaran a ausentarse del espectro radioeléctrico y televisivo, con seguridad despertarán a la bestia que padece las mismas penurias de siempre, con la diferencia que ahora algunos compatriotas reciben cierta asistencia monetaria por permitir la continuación de las crónicas desquiciadas. Yo por mi parte deseo, lleno de luces de día, todo lleno de alegría, que no pase nada lamentable, como se empeña en sugerir quien lleva adelante el asunto bajo la consigna que jugando lo mete el perro. Resumir es la consigna señor comandante, señor.
Para empezar, debo reconocer, como ya lo he referido anteriormente, que el llamado proceso revolucionario tiene elementos positivos que serían más efectivos si contaran con el concurso de todos. Como sabemos, las iniciativas bolivarianas se anuncian en medio de un show en donde el jefe, entre mastranto y suave brisa, nos habla por horas de todo y de nada diluyendo con la infinitud el contenido real del mensaje. Al intentar ubicar dentro de la lógica dichos encuentros radiales, que nos ofrecen la historia infinita de las mil y noches revolucionarias, puedo aventurarme a concluir que los capítulos narrados con voz del tipo - nuestro insólito universo- tienen un único calificativo: desquiciados. La más de las veces la perturbación intenta caer de pie en un relato salpicado de lugares comunes que pretende dibujar la erudición de un personaje, que por efectos narrativos está y no está en todas partes al mismo tiempo. Si prestamos atención, sin juicio de valor preestablecido, los hechos nos ubican como una sarta de incapaces que confundimos el uso de las palabras para producir eventos que, por lo ameno del relato, pierden gravedad para convertirse en anécdotas que pretenden justificar la pobreza de nuestra historia en los últimos dos mil siete años. La parte que mas me gustó del programa del 27 de febrero, fue cuando el líder máximo nos contó sobre su no participación (segunda, tercera o cuarta génesis de la revolución) en hechos lamentables, argumentando el haber sufrido una enfermedad eruptiva que al ser padecida de mayor, produce hinchazones de adentro para afuera y que si se corre lloviendo nos llevará irreductiblemente a la muerte. Mi segunda preferencia se dio cuando nos habló que ¨yo siempre he jugado duro¨ para referir la supuesta infiltración dentro de las líneas del ejercito imperial, logrando inclusive simular amistad para que los muy idiotas lo invitaran a viajar en el Enterprise y así llevarlo a la fiesta que por su ascenso a comandante se realizó en tierras llaneras. La parte que no me gustó fue cuando se comunicó con los muertos. Como material literario, los encuentros merecen ser escuchados a la sombra de una matica con cerveza de por medio. Ser discutidos al finalizar para intentar ubicar la idea principal del programa y en el caso de producirse alguna conclusión, hacérsela llegar al ministerio de propaganda para que el reality show gané puntos en un rating que se mide al contrario, es decir por el número de aparatos que se apagan al comienzo de la transmisión, que por una encuesta particular debo destacar que quienes se adhieren al programa son opositores rajados, que en un acto masoquista escuchan al señor para ver como piensa perjudicarlos (de la boca para afuera). Ahora bien, los encuentros ya se han hecho necesarios, vitales diría yo y es que la voz acaramelada del proceso nos aporta directrices interesantes y no tan ocultas, analizadas banalmente a diario por expertos ¿opositores? en revolución, y que si, por efecto de un retruque estelar, llegaran a ausentarse del espectro radioeléctrico y televisivo, con seguridad despertarán a la bestia que padece las mismas penurias de siempre, con la diferencia que ahora algunos compatriotas reciben cierta asistencia monetaria por permitir la continuación de las crónicas desquiciadas. Yo por mi parte deseo, lleno de luces de día, todo lleno de alegría, que no pase nada lamentable, como se empeña en sugerir quien lleva adelante el asunto bajo la consigna que jugando lo mete el perro. Resumir es la consigna señor comandante, señor.
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