Monday, April 23, 2007

Cuando el pan es juego y el circo es revolución:

En esta civilización de pan y circo me parece oportuno, por lo ajeno de esta clase de previsiones en procesos históricos, supuestamente reivindicadores, mencionar a un par de tipos de pan e intentar construir una deferencia a quien dice que ya no come de uno de esos manjares horneados. Me refiero a panes que la revolución promueve para distraer con éxito a la hipocondría que sufren las ¨clases pudientes¨ y que permite que avance el proyecto bolivariano, con tropiezos ¿militares? que en sociedades medianamente serias no serían tolerados. El primero tiene que ver con los bonos, que admiten adquirir Dólares legalmente a un tipo de cambio preferencial, que por efecto de manipulaciones financieras y grandes beneficios de mafias, ubica el valor de la divisa muy cerca del que tiene el llamado ¨Dólar de permuta¨. El segundo tiene que ver con el cielo particular que se puede lograr al ingresar en el infierno de una sala de juegos, que como conejos se han visto multiplicadas hasta el punto que ahora se sitúan hasta en círculos del ejército libertador. De ambos panes he disfrutado, aunque con la poquedad de quien padece de forma voluntaria estrechez económica. El juego en esas salas no es un vicio, es simplemente una enfermedad que expone las bajezas que sufrimos como genero, las cuales se ven potenciadas por bebidas cuyo grado de adulteración las hacen peligrosas para el consumo humano. Con la facultad de observar las cosas desde un lado (al jugar poco), me cansé de ver a mi viejo amigo ser abatido por enésima vez, en un espacio que combina colores llamativos con melodías que escupen ingenios electrónicos que invitan, como en cantos de sirenas, a encallar las naves en arrecifes filosos que arrancan trozos de dignidad con cada pérdida, pero, que valiéndose del conocimiento de las desdichas humanas, llevan a repetir el proceso, como si de una aventura se tratase, hasta que la economía se seca y la ruina calma el deseo de tentar a maquinas diseñadas para entregar una mínima parte de lo depositado, a seres que por casualidad son servidos en el momento que el sistema ordena entregar unos cuantos créditos, que dibujan en derredor la certeza que si es posible ganar. Un paréntesis obligatorio me lleva a asegurar que el control que pretende el gobierno es tributario y no sobre el juego (y la trampa que permite manipular las maquinas para que nunca paguen). Quizás eso es lo que me aleja, el saber que el azar no tiene nada que ver y que se sufre una entrega hipnótica que busca espantar por segundos el temor que causa la revolución a individuos que, en apariencia, tienen todo por perder y que han sido excluidos, gracias a listas miserables, de las bondades de un socialismo que parece monarquía. Pero gracias a Dios que el flaco venció a los demonios que hacían que botara su dinero en un camino sin retorno. A él le mando saludos desde el mismo lugar que con valentía supo evitar y que ahora atrapó a este servidor, aunque solo sea para observar con alarma como se arruinan valores, bebiendo una cerveza que sin duda es de arroz.

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