Ley seca y cambio de nombre deshonroso (no a las nalgas de JV):
El encargado del bar en donde ahogo a mi capacidad, nos comentó el martes pasado sobre la postura que se adoptaría para cumplir con las restricciones impuestas por algo sin sentido lingüístico, conocido coloquialmente como ley seca. Para ello nos citó al día siguiente a las nueve de la mañana, para que in situ pudiésemos observar las resultas de interpretar a la norma a favor de los usuarios. La verdad era que yo no pensaba ir, para mi el beber es un acto cuya solemnidad debe ser atendida para evitar el efecto desastroso de hacerlo sin motivo, pero, Pepe me permitió extender la ingesta diaria mas allá de las cinco de la tarde, al servirme varios tragos de escoses con hielo entero antes de la fatídica hora, con la condición que jurara mi presencia a las nueve en punto del día siguiente. Así, con un café en el estomago, que acompañé con un trozo de torta casera que mi mujer hace como nadie, llegué el miércoles al lugar de los hechos, pasados tres minutos de la novena hora, para encontrarme que la puerta del bar estaba cerrada. Allí esperé once minutos para honrar mi palabra con quien me sirve las bebidas con un grado bajo de adulteración, y cuando me dispuse a marcharme vi como otros habituales se apostaban al lado de una puerta que no había visto y que se encontraba en la fachada lateral de la edificación. Allí Pepe hacía las veces de portero y luego de franquear el paso a los sujetos que tienen el privilegio de la barra con puestos fijos alejados de la plancha, me indicó con una señal desesperada que pasara al local ¨de una buena vez¨. Eran las nueve y cuarto hora de Venezuela. En el interior del recinto me encontré con mis amigos de infancia, quienes charlaban animadamente sobre los resultados de un viaje al exterior para tantear el terreno de un posible destino en caso de presentarse la necesidad de emigrar de manera forzada y lo hacían bebiendo cerveza sin plomo cubierta con el inigualable velo de novia. Sin duda llevaban dos al menos. Con pasos vacilantes me acerqué a su vera y de solo llegar fui recibido con una con plomo (tal y como me gusta) bañada de una delgada capa de hielo en su exterior que hacía imposible su rechazo. Pensando que estaba desayunando en Berlín, tomé mi puesto y la bebí sin soluciones de continuidad hasta agotar su existencia. Inmediatamente fui convidado a tomar la segunda y haciendo gala de una virtud que me es ajena, la puse a un lado recordándole a mis compañeros el juramento que hicimos de comenzar siempre después del mediodía. El pana con cara extrañada me invitó a observar el reloj y allí estaba el permiso, dentro del bar eran las doce del día. Hasta aquí la anécdota puede reflejar la bondad de manipular los espacios temporales tal y como se hace en los países que tienen estaciones cuya dureza climática les permite adelantar o atrasar la hora de manera imaginaria, para que el amanecer tenga horario decente, pero, el destino me depararía el descubrir como se forjan las ideas en gobiernos regionales. El sujeto de verde oliva, que tiempo atrás intentó reclutarme para el proceso y a quien le quedé muy mal, llegó al lugar bajo el signo de Caín con un problema que aparentaba no tener respuesta (al menos dentro del sentido común). La confianza que da el beber sin moderación permitió que el oficial expusiera sin tapujos la tarea que le había sido impuesta y que no era otra que encontrar un espacio publico con nombre de dirigente de la cuarta republica (adeco sería lo ideal) para que al rebautizarlo permitiera calmar los ánimos de un ex vicepresidente sometido al estigma de no ser mas que un mal escritor y peor entrevistador en horario de domingo en la mañana. Que conste que la propuesta que salió de mis labios no me pertenece, en todo caso la escupí dominado por el oso polar que vive a las afueras de recipientes color ámbar, pero, para evitar que la misma sea puesta en vigor gracias al desespero y a la incapacidad que nos domina, debo exponer que cambiar el nombre de la estructura que permite, con sus dos corredores separados a distancia de entrepierna abierta, comunicar a la calle el Recreo con Bello Monte en Caracas, para que sea conocida desde ahora como las nalgas de JV, no es mas que un acto deshonroso y que mal hablaría de la revolución bolivariana. Es todo, se leyó y conforme firmamos, los bebedores matinales en tiempos de ley seca.
El encargado del bar en donde ahogo a mi capacidad, nos comentó el martes pasado sobre la postura que se adoptaría para cumplir con las restricciones impuestas por algo sin sentido lingüístico, conocido coloquialmente como ley seca. Para ello nos citó al día siguiente a las nueve de la mañana, para que in situ pudiésemos observar las resultas de interpretar a la norma a favor de los usuarios. La verdad era que yo no pensaba ir, para mi el beber es un acto cuya solemnidad debe ser atendida para evitar el efecto desastroso de hacerlo sin motivo, pero, Pepe me permitió extender la ingesta diaria mas allá de las cinco de la tarde, al servirme varios tragos de escoses con hielo entero antes de la fatídica hora, con la condición que jurara mi presencia a las nueve en punto del día siguiente. Así, con un café en el estomago, que acompañé con un trozo de torta casera que mi mujer hace como nadie, llegué el miércoles al lugar de los hechos, pasados tres minutos de la novena hora, para encontrarme que la puerta del bar estaba cerrada. Allí esperé once minutos para honrar mi palabra con quien me sirve las bebidas con un grado bajo de adulteración, y cuando me dispuse a marcharme vi como otros habituales se apostaban al lado de una puerta que no había visto y que se encontraba en la fachada lateral de la edificación. Allí Pepe hacía las veces de portero y luego de franquear el paso a los sujetos que tienen el privilegio de la barra con puestos fijos alejados de la plancha, me indicó con una señal desesperada que pasara al local ¨de una buena vez¨. Eran las nueve y cuarto hora de Venezuela. En el interior del recinto me encontré con mis amigos de infancia, quienes charlaban animadamente sobre los resultados de un viaje al exterior para tantear el terreno de un posible destino en caso de presentarse la necesidad de emigrar de manera forzada y lo hacían bebiendo cerveza sin plomo cubierta con el inigualable velo de novia. Sin duda llevaban dos al menos. Con pasos vacilantes me acerqué a su vera y de solo llegar fui recibido con una con plomo (tal y como me gusta) bañada de una delgada capa de hielo en su exterior que hacía imposible su rechazo. Pensando que estaba desayunando en Berlín, tomé mi puesto y la bebí sin soluciones de continuidad hasta agotar su existencia. Inmediatamente fui convidado a tomar la segunda y haciendo gala de una virtud que me es ajena, la puse a un lado recordándole a mis compañeros el juramento que hicimos de comenzar siempre después del mediodía. El pana con cara extrañada me invitó a observar el reloj y allí estaba el permiso, dentro del bar eran las doce del día. Hasta aquí la anécdota puede reflejar la bondad de manipular los espacios temporales tal y como se hace en los países que tienen estaciones cuya dureza climática les permite adelantar o atrasar la hora de manera imaginaria, para que el amanecer tenga horario decente, pero, el destino me depararía el descubrir como se forjan las ideas en gobiernos regionales. El sujeto de verde oliva, que tiempo atrás intentó reclutarme para el proceso y a quien le quedé muy mal, llegó al lugar bajo el signo de Caín con un problema que aparentaba no tener respuesta (al menos dentro del sentido común). La confianza que da el beber sin moderación permitió que el oficial expusiera sin tapujos la tarea que le había sido impuesta y que no era otra que encontrar un espacio publico con nombre de dirigente de la cuarta republica (adeco sería lo ideal) para que al rebautizarlo permitiera calmar los ánimos de un ex vicepresidente sometido al estigma de no ser mas que un mal escritor y peor entrevistador en horario de domingo en la mañana. Que conste que la propuesta que salió de mis labios no me pertenece, en todo caso la escupí dominado por el oso polar que vive a las afueras de recipientes color ámbar, pero, para evitar que la misma sea puesta en vigor gracias al desespero y a la incapacidad que nos domina, debo exponer que cambiar el nombre de la estructura que permite, con sus dos corredores separados a distancia de entrepierna abierta, comunicar a la calle el Recreo con Bello Monte en Caracas, para que sea conocida desde ahora como las nalgas de JV, no es mas que un acto deshonroso y que mal hablaría de la revolución bolivariana. Es todo, se leyó y conforme firmamos, los bebedores matinales en tiempos de ley seca.
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