Wednesday, January 30, 2008

El santo oficio (revolucionario) y la corrupción:

En el seno de la revolución Bolivariana se ha creado un organismo sin nombre, sin representantes conocidos (entre si) y sin parámetros definidos (sociedad secreta en términos absolutos), que ha tomado como modelo a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Para quienes crean que se trata del PSUV, por guardar similitud en la nada doctrinal, debo dejar claro que no es así. Más bien se trata de la Universal Inquisición, cuyos primeros escarceos se han dirigido a defender al proceso de las herejías, especialmente de una que supone que no afecta a Hugo de Torquemada como es la corrupción. Dicha congregación ha establecido dentro de sus principios disciplinarios la defensa y la certeza de la verdad única, del único vocero y la omnipresencia del líder (está y no está en todas partes) y como derivación de dicho postulado se permite el perseguir a cualquier oveja descarriada que falte al deber de ¨estar completamente de acuerdo en todo lo que se diga en el Aló o en cualquier parte y a cualquier hora, aún cuando se esté en total desacuerdo¨. Según lo anterior (y aquí se toma al calco el Reglamento para el Examen de las Doctrinas de la antigua Sagrada Congregación Romana) quedó señalado que al actuar disciplinando (caso Ameliach) se presta un servicio a la verdad, salvaguardando el derecho del Pueblo a recibir integralmente y en su pureza el mensaje presidencial. Por tanto, para que la revolución no sufra daño a causa de errores divulgados de cualquier modo, ella tiene también el deber de examinar los escritos y las opiniones que aparecen contrarios a la santa palabra. Siguiendo las pautas antedichas, se ha librado una orden para perseguir a los corruptos ¿hasta las últimas consecuencias?, el principal problema que se enfrenta deriva de una protección constitucional que establece que ninguna persona podrá ser obligada a confesarse culpable o declarar contra sí misma, su cónyuge, concubino o concubina, o pariente dentro del cuarto grado de consanguinidad y segundo de afinidad o en contra de cualquier compañero de partido, aun cuando el partido no exista y el partido originario se encuentra en el limbo por la gracia presidencial. Ante los obstáculos insalvables se recurre a ubicar prendas de antiguos ministros y otros jalabolas, para que los perros los ubiquen, y así ofrecer la apariencia que se está haciendo algo. El aroma de batalla perdida se hace insoportable, incluso para quienes con cierta decencia han arañado al tesoro público y que por su discreción se hacen merecedores de una dignidad gris, como es el caso de un miembro del parlamento y de la congregación, quien declaró que es materialmente imposible ubicar a corruptos porque ellos no firman cheques ni recibos y remata con la soberana estupidez con pretensión moralista "Pero todo el mundo sabe quién es el corrupto. Hay una especie de olfato en las masas que los detecta". Para salvar a la patria y se produzca cierto adecentamiento necesitamos al antiguo presidente del Santo Oficio, quien en la actualidad nos riega de verdad desde el balcón que da a la Plaza de San Pedro.