Friday, September 20, 2019

Las abejas y Castilla-La Mancha:


La semana pasada tuve la oportunidad de visitar Castilla-La Mancha antes de la Gota Fría, y allí, luego de suponer que había asegurado un negocio que luego se abortó por mi incapacidad de tolerar al gamberro quien amaneció el día siguiente con ganas de lanzar todo por la borda cambiando las condiciones de asociación pactadas por oportunista, cuando la verdad fue que la mujer no le permitió acceder a unos cuantos pavos, pues allí en medio de paisajes que dejan sin aliento y un queso estupendo maridado con cañas,  me encontré con un sujeto con nombre de cuerpo celeste modo vía láctea, quien deferencia de por medio, me habló de su pueblo y de las abejas. Aparte de ofrecerme una visión del lugar absolutamente inversa al sentido común (pero a su vez muy valiosa), el hombre mezcló su saber sobre abejas y hormigas con la contradicción que se plantea al hablar de humanismo, de niveles superiores a los que se accede a punta de estudio, meditación y desprendimiento; de la realidad de nuestra eteriedad amarrada a una temporalidad limitada y del deber ser entes espirituales y trascendentes de la mano de la solvencia económica que obliga el vivir dentro de un mundo consumista. Vamos a ver si me explico; por logros obtenidos (hablando de la humanidad y no de gobiernos) es justo ser menos materialistas, incluso debemos obtener sin costo algunos alimentos y servicios. Por otro lado, sin duda estamos destruyendo el planeta, y pasamos por una crisis que apenas comienza donde el agua potable y los alimentos van a ser insuficientes para tantos y en consecuencia el precio de lo que consideramos valioso perderá fuerza al no tener como negociarse en un mercado con recursos naturales no renovables y en vías de extinción. Si vamos más allá y nos atrevemos a corregir el sistema que nos abruma, debemos promover el ahorro de energía, la sustitución por alternativas verdes, el aprovechamiento de tierras para cultivar alimentos sin cambios genéticos, sin pesticidas y sin abonos químicos, cuidar el agua, proteger los ríos, etc., etc., etc., pero para ello debemos contar con dinero suficiente para hacer dicha labor financieramente sostenible. Pero ¿De dónde vía impuestos o donaciones se ubicarían los recursos para tamaña faena? Pues de fábricas que contaminan, de empresas que procesan los alimentos convirtiéndolos en veneno, de instituciones financieras que valoran más los commodities y la especulación de sus títulos, de empresas de telecomunicaciones que nos vuelven adictos y nos espían, de compañías que esclavizan a seres humanos en países tremendamente pobres, de firmas que atienden las necesidades que se generan en los conflictos armados y en fin de los mismos agentes que con su accionar están acabando con este mundo de todos. ¿Y las abejas dónde quedan?, la respuesta que las ubica como seres de otro planeta o de otra dimensión, eje de un movimiento espiritual de avanzada no la voy a tratar porque no entendí esa parte del mensaje, lo que puedo ver es que deben estar intuyendo algún cataclismo porque en los bares en donde hago vida puedo verlas en cantidades impresionantes, menos agresivas, construyendo colmenas cuyo peso dobla árboles y en una tarea de vivir y de acaparar alimentos (supongo que miel) en un mundo con menos flores, aprovisionándose para tiempos que auguran difíciles. Mientras tanto nosotros en esta estupidez progresista que se da la mano con su némesis: quienes no reconocen el cambio climático. Como saben, la Gota Fría que luego golpeó cerca de donde estuve arrasó con todo, pero curiosamente no vi a muchas abejas afectadas. En fin, ahorrar agua, no botar basura (o botarla donde es para reciclarla), regular y controlar el modelo de empresa depredadora, aprovechar los alimentos y compartirlos con quienes no tienen y ahorrar electricidad deben ser las consignas, como buenos primeros pasos, que debemos abordar para ver si le damos paz a las abejas.