Wednesday, June 14, 2006

Enemigo en casa:


A veces la vida juega al despiste cuando de relaciones personales se trata. La sospecha queda descartada a priori cuando los sujetos involucrados gozan de nuestro cariño, de nuestra confianza o al menos cuando suprimimos intenciones de dañar por la cercanía de nuestros caminos. A través de los años y para conseguir espacios de paz, decidimos formar parte de un grupo que si bien es cierto muchas veces crecen intelectualmente sus integrantes de manera desproporcionada, tenemos el recurso de traer a la memoria colectiva una serie de hechos, narrados la mas de las veces de forma exagerada, para mantener viva la llama de la amistad o de la comodidad si nos atrevemos a penetrar en campo agreste. Diferente, aunque padeciendo la igualdad de citas italianas, se da cuando en el actuar profesional se atienden a sujetos que con el tiempo y el padecer mutuo se forma una empatía que confundimos con amistad y que nos lleva a ceder pretensiones económicas, de poder o de cualesquiera otra índole relacionada con el crecimiento personal, para con ese sacrificio impedir que al sujeto que servimos sufra lo que la vida le tiene preparado, comportándonos de manera disparatada como una suerte de dios (insistiendo con las minúsculas). Para hacer el presente contacto aún más enigmático, puedo dibujar ligeras pinceladas que no llegan a ninguna parte, cuando esa parte debe ser descubierta con la misma intensidad del daño causado, para evitar con eso que el destinatario de estas letras, amontonadas caprichosamente, no interprete interés distinto a la arrechera que me da el ver desde la barrera como los toros se burlan de él. Por eso y para concluir puedo decir que lo que pasó y que de forma directa nos involucra familiarmente, no tiene otra razón que impedir que cumplas con el deber que te impusiste, en defensa de alguien cuya admiración bien merece, pero que a veces, con frecuencia que se hace siempre, decide sacrificar una que otra pieza para mantener los espacios conquistados. Lamentablemente hoy te tocó ser degradado de alfil a peón, y queda sobre tus manos una serie casi infinita de folios, cuya redacción te costó sangre y distancia, que por ahora no debe ser activada para dejar todo igual y desordenado. Es duro descubrir que el enemigo en casa eres tú. Cuídate hermano, y no dejo de repetir en mi estrechez financiera, que me gustaba más cuando todos éramos pobres.

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