Wednesday, November 21, 2007

La bajada que sube:

Con la paz que da el hablar bien del país en otra parte del mundo, participé en un ejercicio donde el norte era analizar desapasionadamente la situación de Venezuela. Lo primero que se descartó fue hacer referencias políticas, básicamente para evitar conversar sobre unos sujetos que todo lo politizan y que creen que por aquí lo único importante es el show televisado, interminable y fastidioso, que ofrece el comandante. Ubicar el tema en la parte económica y en la explosión consumista que se vive por estos días, puso de manifiesto las miles de contradicciones que hacen vida en esta tierra y que dificultan la formación del ¨hombre nuevo¨. La charla se tornó muy aburrida hasta que encontré una referencia espacial para explicar lo que sufrimos con alegría, y esta se dio al visitar un pequeño pueblo en el Estado de Colima en México. El lugar lleva por nombre Comala y aparte de ofrecer varias particularidades, entre ellas que allí nació Juan Rulfo y que las mujeres y los hombres caminan por calles diferentes, para participar de un ritual de amor en donde el hombre interesado en una dama le pide ¨una vuelta¨, y si, al término de la caminata se le obsequia con otra, se sella un compromiso matrimonial sin palabras. Allí, a una distancia mas bien cercana, se encuentra el lugar que explica lo que pasa por estos bares y que se conoce con el nombre de ¨Zona Mágica¨ o la ¨bajada que sube¨. Si se quiere atrapar lo que sucede en la zona antedicha dentro del campo del sentido común, podemos reducir sus resultas a una ilusión óptica, pero, pude comprobar, luego de varias pruebas, que el efecto puede recaer también dentro de las llamadas cosas inexplicables. Al lugar se llega por una carretera rural, y el mismo es una parte de la vía que cuando el carro se acerca ofrece la certeza que se está ante una bajada. Al reducirse la velocidad y observar una especie de brocal muy pequeño, que divide la vía con un hombrillo fabricado a cada lado que permite vivir la curiosidad sin interrumpir el tránsito, el ojo nos traiciona una y otra vez con lo que parece una bajada. El clímax de la aventura se vive cuando el conductor detiene el carro y hace la tradicional pregunta ¿Baja o sube? y ante la respuesta que indica ¨baja¨ el sujeto coloca el automóvil en neutro y el mismo comienza su recorrido a gran velocidad, en reversa, por lo que la certeza no es solo que ¨sube¨ sino que la pendiente es muy pronunciada. Pues bien, eso es lo que vivimos en esta tierra de capitalismo socialista, en donde las misiones entregan cantidades ínfimas a sujetos identificados con el color rojo, causando un impulso en el consumo que produce desabastecimiento. En donde las cifras indican que van diez y seis trimestres de crecimiento económico consecutivo, generando a su vez un aumento proporcional en la pobreza, vinculado de manera directa con el irrespeto a la vida, donde la violencia queda excusada por el gobierno por el arraigo capitalista que hace de las suyas entre personas oprimidas, que no estudian y que no trabajan, pero que cantan loas a un proceso que excluye, cuyo horizonte de mercadeo es sembrar la ¨mayor suma de felicidad posible¨. Si observamos con detalle lo que pasa por aquí, nos daremos cuenta que la magia de la ¨bajada que sube¨ es lo que mas se acerca a lo que representamos como pueblo.

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