Monday, November 30, 2009

Los Bancos y el bien mayor revolucionario:

Definitivamente debe haber (Dios mediante) un camino de cambio real en nuestra sociedad que esté intentando recorrer el proceso Bolivariano y debe haber también obstáculos reales puestos por el imperio que permitan tolerar (o perdonar) el desastre moral que se vive, porque el final del camino es la redención de todos nosotros. La tesis del bien mayor ha sido utilizada numerosas veces en la historia para justificar atrocidades en su nombre, en una batalla contra las fuerzas oscuras, que según la perorata que no cesa, se ubica a la derecha pero ¿De dónde? El gobierno nos llena de símbolos, nos señala al cielo con el dedo puesto de moda por Leonardo y utiliza fondos públicos (que se pierden) para incluir a los excluidos, en una batalla que por mediática debe por fuerza librarse en los medios de comunicación. Pero ya la incertidumbre sobre los avances de esta extraña forma de izquierda, voraz en lo que se refiere a dinero público, ya no quita el sueño ni asusta a nadie, su mutación neoliberal, que permite adquirir Bancos y Compañías de Seguros privadas con fondos públicos, depositados en estas pequeñas y muy publicitadas instituciones, indica que no está haciendo agua el sistema, que la guerra no se da en el campo de la ideología, sino que se sirve de ella para alimentar una sed insaciable que por momentos se calma a la sombra de un poder en apariencia lleno de lo mejor del humano como ser vivo. La costura se ve por todas partes, la respuesta oficial es lanzar una prohibición inaplicable en donde en medio de truenos enrarecidos por una gripe que suena a miedo, el máximo hablante prohíbe a las instituciones del estado renovar los contratos de HCM (renovados hace poco) a una fuerza laboral que tiene dentro de sus obligaciones enrojecerse los viernes, andar cabizbajos, dárselas de machitos, hablar sobre planes irrealizables, todo esto para hacerse merecedora de derechos consagrados en leyes tan antiguas y distantes como la cuarta. Permanentemente se vende la idea de la moral revolucionaria, en donde en apariencia se realiza una constante evaluación sobre las consecuencias buenas y malas que resultan de una acción específica. Si lo bueno supera a lo malo, entonces la acción es moral y revolucionaria. Pero se agota el discurso, lo que se ve y se siente es una pelea entre bandas por el control del poder, y en este caso el ejercicio no se puede hacer de otra forma que con los bolsillos llenos. Pena me da con Fausto, que con su cara llena de vergüenza nos dijo hace una semana que el dinero de los ahorristas no corría peligro (y que estaba a la vista) y ahora, luego de analizar las evidencias que cabalgaban libremente desde hace meses, nos sugiere con voz temblorosa que lo mejor para todos es intervenir a puertas cerradas a los Bancos y con ello salvar a la patria de la amenaza del imperio, que ha infiltrado a paramilitares donde se cuecen las habas ¿el gobierno?. Todo sea por el socialismo y por proteger a los peces gordos que siguen haciendo su agosto en la pecera que por estos bares se encuentra a la izquierda de nuestro destino.

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