Friday, December 29, 2006

Reporte imperial:

El principio que la distancia distrae es cierto, sobre todo cuando se ofrecen pausas para hablar y respirar otras cosas que no estén dirigidas a intentar analizar " la situación" que se vive en Venezuela. La distancia también sirve para recordar a quienes dejamos a un lado cuando sospechamos su cercanía y funciona también para comprobar que en nuestra tierra se come del carajo. Ahora bien, por estas fechas nos da por hacer planes imposibles, por revisar nuestra situación financiera y en fin nos da por pensar que el periodo que comienza sera el inicio de un nuevo tiempo que nada tiene que ver con el maracucho. Nos da por molestar a nuestros familiares con atenciones que les negamos a lo largo de los trescientos y pico de días anteriores y por supuesto su repuesta debe estar obligatoriamente ligada a reclamar nuestras faltas, especialmente por ser tan miserables con quienes en teoría dieron la vida por nosotros. Pero aquí estoy, con la parte mas cercana de una familia separada por centurias, pasándola bien y verificando que para los imperialistas simplemente no existe ningún interés en extender sus fronteras hasta las riveras de playa culito. Su majestad aparece poco, generalmente en canales latinos que lo ubican, quizás sin razón, como el perrito faldero del Comandante mayor y por estos bares, en donde la cerveza tiene mucho que envidiarle al oso y a la catira, se habla mucho del tiempo, referido a condiciones atmosféricas que nadie acierta sino al día siguiente, de cálculos infinitos sobre cada particular y se va la vida en intentar digerir un brebaje costoso, en apariencia Colombiano, pero que puedo establecer la certeza que café no es. Por la falta de letras y símbolos en el teclado debo buscar la manera de evitar sustituir el inicio de un nuevo ciclo con la parte mas remota de nuestra anatomía pero igual, a los pocos que me leen y que seguramente cada día serán menos, les deseo un prospero 2.007, pero eso si, para eso deben hacer pausas en el pensar y borrar la imagen que nos persigue y nos amenaza, de la boca para fuera y con eso mirar o al menos recordar las bondades del cerro que esta con nosotros incluso cuando estamos en el Imperio mismo. Quizás por ser testigo invisible no puedo utilizar la genialidad atribuida a Martí cuando enviaba sus crónicas desde Nueva York, pero intentare conocer al monstruo que perturba las noches de la revolucion, eso si, con un trago en la mano.

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