Thursday, April 19, 2007

Respuesta inculta desde Venezuela:

Grandes personajes se han dado a la tarea, basados en una centrifuga de escritos y documentos que ellos mismos producen (desde otras latitudes), en darle prestancia por medio de descalificaciones ¨intelectuales¨ al presidente de Venezuela. Lo extraño del detalle es que el efecto que producen es contrario al que pretenden, que al parecer es ofrecer una visión de altura, que podría ser discutida en la academia y que ubica, por medio de una prosa bien construida y sin sobresaltos tangibles, a la situación que nos subyuga como producto exclusivo de una mente delirante, seguida a gran escala por idiotas muertos de hambre que ven en el comandante al ser divino que establece, por un pacto con ¿fuerzas oscuras?, al cielo en esta tierra de gracia. Pues la cosa es así y no lo es al mismo tiempo. En Venezuela funciona un sistema de medidas inútil para el resto del mundo. Lo que acontece puede ser interpretado como un proceso revolucionario que busca, según palabras de Simón Bolívar (que todo lo dijo y que sabía de todo según la tesis gubernamental) ¨la mayor suma de felicidad posible¨ por medio de un gobierno socialista que no es tal. Existen múltiples problemas, mal detallados por la óptica de analistas que recién vestidos nos hablan de batallas virtuales, gracias al patrocinio de grandes compañías que hacen de las suyas, pero ahora pagan algo de impuestos. El primero tiene que ver con un discurso cuya infinitud se hace pecado, de imposible resumen tipo las tablas de Moisés, que sufre mutaciones constantes, cuando, por ejemplo, los presidentes de otros países del hemisferio de atreven a gobernar a sus pueblos dejando de lado las instrucciones imprecisas de nuestro líder continental, quien a su vez promueve una integración necesaria, cuyos resultados de corta data hablan muy bien de la posible construcción de una comunidad de naciones fuerte y con conocimiento real de sus recursos, así como de sus urgentes necesidades. El segundo viene dado por la idea que aquí el petróleo y los ingresos que produce su comercialización son gigantescos y por tanto suficientes para soportar una carga de millones de seres, que, con sus bocas abiertas en dirección al cielo, esperan pacientemente que caiga alimento del reino celestial (o del gobierno que viene siendo lo mismo), y que por la confusión que genera el hablar de socialismo como un proceso cristiano-humanista y bolivariano, mezclado con el sabroso acento de Fidel, se piensa que para ganarse el sustento diario se debe combatir al imperio norteamericano (principal cliente de nuestro petróleo) con las armas que da un uniforme confeccionado en China y que la mayoría de las veces no es de la talla de quien lo viste, en un ejercito paralelo que por aquí llamamos ¨la reserva¨. Por supuesto que la torpeza del gobierno de Bush no ayuda, así como tampoco puede colaborar para la estabilidad de las instituciones una oposición que a punta de disparates sobreexpuestos en medios de comunicación radicales, llaman a la guerra en nombre de la libertad, pero que se esconden en sus casas cuando ven las barbas del vecino arder. La verdad es que somos un país lleno de contradicciones que forman un gentilicio imposible de descifrar por medio de filosofía convencional y que no admite análisis de sujetos de alto valor que no padecen sus bondades. Sin duda que la desigualdad que padecemos puede devenir y deviene en violencia; y la formula retórica (que en la práctica se tropieza con el desorden que nos inunda) que ofrece el gobierno para distraer recursos públicos, tiene el camino abonado para el fracaso de la revolución, pero, debo reconocer que por vez primera alguien mira hacia abajo y le habla a los que menos tienen, con un idioma que suena muy mal para estudiosos de la conducta colectiva, pero el mensaje llega y aplaca a quienes por razones estructurales existen y sufren y ahora esperan que esta lucha galáctica les consiga el vivir decentemente. Debo aclarar, que yo no comparto la extraña hipnosis colectiva que salva de responsabilidad al señor comandante por las acciones de su gobierno, que cansa de solo ver la lucha que libra contra molinos de viento, con la diferencia que aquí, lejos de la Mancha, lo hace sin hidalguía y amparado en el billete imperial. Sin ánimo de despreciar a nuestros doctos padrinos (quienes se preocupan por los indios a la sombra del buen vino), puedo asegurar que lo que están logrando con su cháchara cultísima es que la criatura que pretenden proteger no se forme.

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