Thursday, November 23, 2006

Al bajar las aguas:

Dejando de lado la posibilidad incierta, al menos a corto plazo, que por efecto del sufragio nos conviertan a la fuerza, en un país ¨comunista¨, es bueno reflexionar sobre la valoración del proceso Bolivariano y su visión de sociedad, que gracias a un discurso interminable, personalista, anecdótico, seudo histórico e histriónico, pocos o mas bien nadie conoce sus alcances, por lo que se han producido interpretaciones acomodaticias, construidas con pasión y con ausencia de ideas, para con eso combatir o apoyar lo que en esencia desconocemos. Los aportes seriamente documentados y muy bien vendidos del Profesor Garrido, nos llevan a sopesar una parte del tránsito de los próceres del proceso, que si bien observamos sus andanzas, tampoco aportan nada a la valoración antedicha porque parte de la conducta visible de los actores políticos es su extraordinaria tendencia a mutar y a repetir. Y no se trata de defender lo que por falta de intelectualidad no ha podido ser condensado en una tesis simple y bien construida sobre lo que debería ser el ¨socialismo del siglo XXI¨, porque cuando se llega a una de las orillas, luego de un esfuerzo descomunal para intentar producir una conclusión, como aquella que establecía que el debate doctrinario debía por fuerza comenzar con los aportes ideológicos del texto constitucional, se produce la banalización del contenido con la torpeza de intentar cambiar el texto para reducir o aumentar la permanencia del funcionario público por excelencia. Pero si de detalles se trata, se puede establecer que los avances visibles de la revolución -que tienen aplicación práctica real- se construyeron a fuerza de dejar de lado al ¨consenso¨, pero otorgando prebendas a los factores de poder, negociadas con frialdad para lograr beneficios impensados en tiempo de la cuarta república, como es el caso de la tasa social para los créditos hipotecarios y el aumento de la cartera obligatoria que la banca debe colocar en el mercado, que junto a los recursos que aporta el estado para adquirir vivienda, benefician a una clase que reniega del proceso pero activa los mecanismo para disfrutar lo que se le sirve. Pero el costo material fue y es demasiado alto. La Banca se fortalece y controla la deuda pública interna y sede ante las pretensiones de aparente justicia social que promueve el gobierno, con la evidencia que lo hace con recursos de todos. La falta de consenso y la perspectiva que la revolución ¨debe¨ imponer el progreso, produjo el alter ego a la estructura formal de gobierno (travieso, permisivo, parrandero y botarata como todo hermano consentido), que pretende sustituir la atención de los ciudadanos con la maravilla propagandista que son las misiones, que sinceramente no entiendo como no provocaron una ola de solidaridad general, que ante las imposiciones de formalidad en la administración de recursos públicos y ante nuestra permanente emergencia, se implementaron con organizaciones paralelas, cuyos resultados aplaudo, aunque seguramente fueron paños calientes arrojados a una sociedad cansada de la tibieza. Y de organización, poco y caro. Ahora, ¿esta tendencia de gastos exagerados y pocos resultados puede ser revertida?, estoy seguro que sí y para muestra se pueden colocar sobre la mesa la terminación (casi) de la red metro de Caracas, del sistema ferroviario a los valles del Tuy y el segundo puente sobre el río Orinoco (etapas inauguradas obviando al pasado que las proyectó) , que pudieron mezclar sin traumas la ejecución de recursos, la cooperación internacional, el concurso de la banca, la capacitación de mano de obra, la intervención de cooperativas y la conclusión de la obra sin que para ello influyera para nada el pensamiento del Libertador. Desde mi punto de vista, sin que influya para nada el resultado de la elecciones, debemos hacer una valoración de los problemas que nos afectan como sociedad, descartando para realizar el trabajo a los sujetos que desde siempre se empeñan en agruparse para estafar a la verdad -que por cierto no existe- pero para tranquilidad pensamos que es una meta posible en nuestro caminar por esta vida de dos estaciones. El reto está en valorar a la revolución como obra ejecutada o en ejecución (sin tomar atajos), que no es otra cosa que evaluar a nuestros hermanos o a nosotros mismos, si situamos su actividad en este espacio que desde estos bares llamamos Venezuela. Es tiempo de hacerlo, ahora que posiblemente las aguas bajen.

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