Friday, November 03, 2006

El petróleo y yo (el cargo doble):

Que conste que no fue algo que busqué, al menos no concientemente, pero pasó. Contra todo pronóstico e incluso sin tomar en cuenta mi falta de fe hacia la revolución bolivariana, la misma de manera caprichosa e impuesta puso sus ojos sobre este mortal.
Desde tiempos que se pierden por su distancia en el laberinto que forman las mentes de las personas que me soportan, siempre he encontrado la manera de excusarme ante mi falta de voluntad para enfrentar la vida seriamente, es por eso que ante la pregunta permanente de ¿si mañana tendría el ánimo suficiente para salir de mi ostracismo?, la respuesta que de manera automática presentaba cada vez, como buscando soledades, era que yo no soy adivino para saber lo que haría al día siguiente, pero por si acaso mi réplica alentaba esperanza alguna, me escudaba en el clásico –prefiero no hacerlo- que guía mi existencia.
Pero, cuando se es parte integrante de una barra, de algo hay que hablar. Desde hace un par de meses mis comentarios se basaban en la destreza que tenía como nadador de estilo libre y como aquí la ausencia de piscinas populares impedían que demostrase mis habilidades, me convertí en campeón en la categoría Master (o mayores de cincuenta años) en competencias que solo sucedían en mi mente saturada de cerveza que gracias a mi cualidad virtual no tenía que pagar.
En otras palabras me convertí en el héroe del patio.
La cosa se presentaba sin tropiezos hasta que un día un sujeto vestido de verde oliva, con limitaciones en el lenguaje, escuchó mis últimas hazañas fabuladas y decidió que por mi debilidad de espíritu era la ficha perfecta para ser captada a favor del proceso y así trabajar en favor de sumar a la causa al resto de los borrachos que acompañan mis días.
Para eso dirigió su voz marcial hacía el mesero y ordenó que, en nombre de la revolución, se sirviera una ronda interminable, al menos hasta agotarse la existencia, de escoses envasado en botellas de color ámbar que custodiaban una mezcla entre varios tipos de caldos, con la certeza que el menor tenía como mínimo 18 de años de envejecimiento en barrica de roble.
Al rato todos gritábamos vivas al comandante amor, a sus próceres, a las mujeres venezolanas, a la hermosa Mayre que ganó el Latin American Idol, a la trocha, hasta que el sujeto (quien se hacía llamar mi general) me propuso que representara a Venezuela en las competencias de Natación de Mayores, a celebrarse en China entre el 17 y el 26 de noviembre de este año, ya que y cito ¨necesitamos darle una lección al imperio¨ que luego del ridículo en la ONU todos estuvimos de acuerdo que había que hacer algo.
Y ese algo fue aceptado por mí.
Sin saber como, me gané la simpatía de una serie de sujetos, quienes hablaban como Fidel, pero sin el cultivo de la palabra que usa el comandante mayor y así fue como y para probar mis habilidades acuáticas, de pronto y sin vaselina me encontré con un traje de baño color vino tinto, que mal hablaba de mi hombría (por lo pequeña que la hacía ver), con un gorro rojo con un caballito blanco corriendo desbocado en el tope de mi cogote calvo y arropado, y enviando la visión de mi cuerpo informe a una serie de testigos entusiastas con su representante, pero que dudaban de mis resultas hídricas.
Y tuvieron razón, al lanzarme a la piscina con la resaca del día anterior (única posibilidad de realizar un trámite para el que no estaba capacitado) mi respuesta fue hundirme en las aguas que me abrazaron con amor y que me persuadieron que era posible que respirara bajo el agua.
Por supuesto casi muero.
Al ser rescatado por un equipo que tampoco sabía nadar y con una serie infinita de toallas que cubrían mi cuerpo, para ocultar lo que por fuerza y fealdad debía estar tapado, mi amigo el señor de verde oliva, sin estar disgustado, me interrogó sobre la locura de ofrecer mis servicios para algo que no estaba preparado y que incluso pudo terminar con mi existencia.
Como la pena no es mi fuerte, simplemente le contesté que para servir a la patria lo que cuenta es la voluntad y no la inteligencia.
Para cuidarse sobre el siguiente paso a seguir, fui examinado con detalle con una serie interminable de pruebas de agilidad mental, para ubicarme en donde podía ser útil al proceso, que repito no comparto sus avances porque no entiendo a donde nos llevan, si es que nos llevan, digo.
El resultado, al conocer el grado de idiotez que me consume y que por cierto no niego fue determinante para mi futuro, parece que al fin voy a comer caliente.
Recordando que los inobjetables logros deportivos de Cuba en juegos Olímpicos basan su éxito en evaluar seriamente a quienes mejor se pueden desempeñar en determinadas disciplinas, me permitió aceptar la verdad al ubicar la certeza que no soy nadie para cuestionar el método.
Mis limitaciones me ubican con posibilidades de ejercer un cargo doble, o dos cargos si hablamos con corrección, Presidente de PDVSA y Ministro de Energía y Petróleo.


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